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lunes, 6 de diciembre de 2010

La "olla podría" que bien holía (no he dicho que bien sabía -que no sé si era lista-)

Paco Cuesta regala una escultura de Don Quijote a nuestro profe del Quijote en estos últimos dos años y medio. Pedro lo recibió como si de un auténtico Óscar de Holywood se tratara. Fue muy emocionante. Sólo faltó "la Pene" que gritara PEDROOO (Foto de Pancho)

Disculpas anticipadas por mi retraso en comentar la quijotesca comida del sábado pasado en Ibeas de Juarros. Ya me dí un rule por varios blogs colegas y publicaron sobre el citado culinario encuentro. Podéis echarle un vistaso a sus respectivos blogs (los asíduos a la acequia ya lo habrán hecho) mientras yo saco mis fotillos de mi cámara de 2 pesetas y tres reales.
Mañana salgo de viaje, por lo que completaré esta entrada el miercoles que es festivo (aunque los autónomos no entendemos mucho de fiestas).

Blog de Pancho

Blog de Abejita

Blog de Aldabra

Ya iré visitando a los que no he podido aún. Pedro supongo que hará una entrada esta noche a las 23Hr, es que nos salió un profe-murciélago (aunque yo le miré las manos de cerca -sin que se diera cuenta- y las tenía blanquísimas...como el pie de Dorotea).

Me dejo ya de rollos y empiezo:

Quedé el viernes con Pablo Cornelivs, para ir juntos en su coche, a las 9 de la mañana en Jaén, en el carrefour -encima le hago propaganda-. Tuvo Pablo que esperarme 20 minutos, porque me llevó mi hijo -el de 25 años, no el de 12 que tengo siempre en la boca- en la "fragoneta" cargada hasta las trancas de pienso para los canes jienenses. Lo "atónomos" no podemos perder viaje de porte y reporte.

Nota interfragmental: dejo de poner entre comillas las palabras raras, vulgarismos, andalusas,  incompletas etc porque si no, no acabo.

Tras el abrazo apretujao que nos dimos, porque del último hacía un año, echamos una meá en el baño del hipermercado -pa dejarle algo de provecho- y no tener que parar por el camino por esta necesidad urológica (no hay fotos del abrazo ni de la meá).

Programa Pablo el Tontorrón o GPS dirección a Burgos y YUPI allá que nos lanzamos a to trapo; 140, 150 Km/hora:
 --Pero Pablo, pa dónde vamos??.
--Pues no sé, me paese que el tontorrón éste saquivocao y ha tirao pa mi casa.
-- Pues sí Pablo me paese, de cuando vengo pa Cazorla, que esta es la carretera que va pa Baeza y Úbeda (Jódar, el pueblo de Pablo, está a 25 Km de Úbeda).

Damos la vuelta (ya habíamos andado 10 Km en contra) y ponemos dirección Bailén, Madrid. Ahora sí vamos bien. El que no iba muy cómodo era el copiloto -mi menda- de turno, que no está acostumbrao a que lo trnasporten en el asiento de al lao (ahora comprendo por qué Myr me pedía que yo la mirara cuando le hablaba, porque con esta economía de palabras que tenemos los andaluses no hay quien nos entienda; Pablo porque es abogao y se esfuerza en pronunciar).

Iba diciendo que no estaba yo muy cómodo de viajero pasivo: -PABLO LA CURVA..., PABLO EL CAMIÓN..., PABLO QUE VAS A 15O. No se pudo resistir la criatura: - PERO TE QUIERES CALLAR JOÍO QUE ME ESTÁS PONIENDO ATACAO.
Perdóname Pablo, es que soy hipocondríaco perdío. Ahora que hemos vuelto y, pensándolo serenamente, reconozco que Pablo es un conductor excelente. Gracias Pablo y perdonne moi, je suis hipocondriaqué.

Y ahora disculpadme, que se m´acabao el tiempo.

Hasta el miercoles. Todavía estoy emocionado del viaje y estancia en Burgos: Ha sido algo de un valor para mi inconmensurable (vaya palabro, tuve que corregirla dos veces)

Besos y abrazos (toy tierno tovía)

sábado, 20 de noviembre de 2010

Dos años cabalgando con vosotros y El Quijote (y II -lo juro-)

Hasta que cumplí los catorce años (o sea, hasta 1975 -por cierto: gracioso año en que “cascó la cebolleta” El Generalí¬simo), cuando alguien me preguntaba qué quería ser de mayor, yo le respondí¬a: pues de mayor quiero ser médico, o mejor veterinario, o quizás sea quí¬mico, o biólogo etc; concretando, alguna profesión relacionada con las Ciencias.

Durante mis primeros años de adolescencia, tuve la suerte (o tal vez no la tuve) de ser alumno de un maestro que enseñaba Ciencias Naturales con pasión; de tal forma que me contagió a mí¬ del citado sentimiento.

Pero, un buen día (o tal vez no fuera tan bueno) escuché a mi maestro de Ciencias charlando con el cura que nos impartía (que nos partía algo por dentro) religión en el colegio, en 7ºde E.G.B.

Hablaban algo sobre un tal Bertrand Russell (personaje completamente desconocido para mí entonces) y sobre la existencia o no existencia de dios (no sé por qué a veces escribo Dios con mayúscula y otras veces con minúscula, tal vez para que no pongan mala cara mis amigos creyentes).

Yo, hasta los 15 años, fui seminarista. Después, la falta de respuestas “razonables” por parte de la Iglesia, a mis preguntas existenciales, hicieron que me apartara del grupo eclesiástico. También constaté que nada tenía que ver El Evangelio con el testimonio de la Iglesia Católica; a partir de esta premisa mi pensamiento derivó hacia ideas marxistas, las cuales van más acordes con el mensaje del Evangelio (pensaba que para ayudar a los demás no hací¬a falta creer en ningún dios; al contrario: creerlo y querer hacer proselitismo con estas ideas me parecía, en todo caso, un inconveniente y una puesta en escena ridícula.

Disculpad que os entretenga con estas divagaciones, pero es que no encontraba la forma de explicar cómo pasé de ser un apasionado de las Ciencias (y creyente), a serlo de las Letras (y más que escéptico). Creo que todo fue debido a mi “sana” crisis de fe: por ello amo a don Quijote (sobre todas las cosas) y a toda la caterva filosófico-literaria (y al prójimo) gracias al Dios al que de dejé de venerar.

Consecuencia de lo expuesto es mi dedicación posterior a elucubrar, sobre todo a soñar. Don Quijote es El Soñador por excelencia, por eso los letraheridos le tenemos tanto cariño.

Leí completo por primera vez las dos partes de El Quijote hace ahora 11 años, a razón de capítulo por día (en aquellos tiempos tenía una feroz hambre de conocimientos, después de 18 años dedicado sólo al vil mercantilismo). Recuerdo que me reí bastante con esa primera lectura, sobre todo con la 1ª Parte, y cómo hablaba yo a algunos amigos míos sobre estas risas, no dando ellos crédito a que el libro pudiera provocar la hilaridad del lector: más bien al aburrimiento, pensaban ellos que les induciría la lectura del citado libro. Aunque creo que con aquella primera lectura no llegué a captar ni la milésima parte del intelecto de Cervantes vertido en su obra. Quedándome solamente con lo epidérmico del contenido del libro: sobre todo con las “putadas” (apaleamientos, apedreamientos y otros molimientos) que el autor gastaba a su criatura.

Hace cuatro años que un amigo del Club de Lectura de Priego me proporcionó El Quijote en audiolibro, junto al Lazarillo, Las Novelas Ejemplares, La Celestina y otros clásicos. ¡Qué maravilla! Empecé a escuchar El Quijote durante la horita,o algo menos, de mi paseo diario moviliza-pringues. Algunos capítulos los leía simultáneamente, otros no. Al tiempo, buscaba información en la Red que me ayudara a interpretar lo leído-escuchado. Me dijeron que un profesor de la Universidad de Granada impartía una asignatura exclusiva sobre El Quijote, pero yo nunca encontré ni rastro en Internet sobre ello.

Pero llegó mi día de suerte (clic), el día que topé con la Lectura Colectiva del Quijote de La Acequia donde nuestro, ya muy querido, Pedro Ojeda, dirigía a una más que mediana tribu de afectados por filoquijotimia (palabro patentado por Abejita de la Vega)

Nota Revulsiva:
 
Es para mí un gozoso placer (el paroxismo del gozo) anunciaros que voy a hacer el viaje para la comida quijotesca,... a base de "olla podrida". 
Animaros todos a asistir. prometo llevaros unos turrolatillos de Priego.

domingo, 14 de noviembre de 2010

He cabalgado durante dos años junto a vosotros y don Quijote


Comandados por el profesor Pedro Ojeda Escudero, hemos cabalgado un buen grupo de amigos, acompañando a don Quijote y a Sancho (éste el pobre, en borrico) por gran parte de la geografía española. Hemos partido del famoso e incógnito “lugar” de la Mancha con dirección al Sur, hasta Sierra Morena o Sierra Negra, en cuya Peña Pobre lloró don Quijote ausencias de Dulcinea.


A continuación, y después de practicar don Quijote sobre la peña una serie de cabriolas, tomamos dirección Norte, con primera intención de asistir a unas justas en Zaragoza; pero por lo visto por culpa de uno que tenía resfriado el ingenio y que, además, escribía con una pluma de avestruz grosera y mal “deliñada”, nuestro hidalgo anfitrión se arrepintió, poniendo en sustitución -por ver el mar Clic-  rumbo a Barcelona. Ciudad ésta de gentes caritativas, amables y generosas. Allí, y con falsos argumentos terapéuticos, un paisano del “lugar” de don Quijote le venció en playero duelo. A partir de ese momento ya nada volvió a ser igual; nuestro amigo hidalgo se tornó melancólico e iba ya siempre taciturno y cabizbajo, a causa de su progresivo debilitamiento físico. Consciente de que su vida como imbatido caballero andante había concluido, decidió volver a su aldea, donde sosegadamente la muerte le esperaba.

Ahora, todos los que hemos acompañado a don Quijote por su accidentado periplo, hemos quedado huérfanos. ¡Tomamos tanto cariño a nuestro Señor don Quijote!. Mientras tanto, malvivimos en la esperanza de que nuestro Mesías profesor Ojeda sabrá sustituirnos la casi irreparable pérdida que ha ocasionado la muerte del Señor de los Tristes, no dejándonos caer en el profundo y asfixiante abismo de la realidad cotidiana.
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Literariamente, conocer al profesor Pedro Ojeda y a los integrantes de su club de lectura ha sido el acontecimiento más importante de mi vida. Club formado por grandes y buenas personas entusiasmadas por acompañar a nuestro profesor en esta aventura-locura quijotesca. Porque el entusiasmo (y no sólo el sexo) es la sal de la Tierra, es lo que nos ayuda a vivir. Y si algo caracteriza al grupo de lectura de La Acequia es el entusiasmo y la pasión que ha expresado cada semana al comentar el capítulo correspondiente de El Quijote.
Me gustaría destacar la constancia de Pedro, que cada semana, y pese a cualquier adversidad, nos ha impartido las clases sobre el capítulo correspondiente, todos los lunes y jueves, en su blog La Acequia. Llegué a la lectura colectiva hace ahora dos años, cuando abordaban el capítulo 26 de la Primera parte. Dos años de pasión e ilusión por el libro más importante del mundo, el más “humano” de todos.

Desconozco el mundo universitario, así como los trabajos y exégesis en torno a El Quijote, pero considero que las explicaciones que el profesor Pedro Ojeda nos ha impartido, sobre todos y cada uno de los capítulos, bien merece verse editado en formato libro. Pues, por ejemplo, de entre la docena de libros que poseo que hablan del hidalgo manchego, bien pudiera ocupar lugar destacado el futuro libro que, semana tras semana, y durante dos años y medio, el profesor Ojeda ha ido publicando.

Mientras tanto ya están sacando provecho de él, y lo seguirán sacando, todos los visitantes internautas que buscan información (como yo en su día) sobre la obra cumbre de la Literatura Universal.



CONTINUARÁ.....

sábado, 13 de noviembre de 2010

Cap 2.74 -Niña, aquí huele a muerto

              "Verdaderamente está cuerdo y verdaderamente se muere Alonso Quijano el Bueno"
                (Vivamos en un mundo de sueños y lo haremos durante luengos años. Amén)

Respiraban un aire denso, porque agobiante era la atmósfera, las dos arañas que tejían su “caliginosa” tela, allá arriba, en la esquina del techo, sobre la cabeza de don Quijote encamado. Y se repetían la una a la otra: -niña, aquí huele a muerto, -pero fíjate qué “tranqui” y sosegado está este “tronco”:
a) “Llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba
 b) “Yo me siento, sobrina, a punto de muerte;”
 c) ” Verdaderamente se muere, y verdaderamente está cuerdo Alonso Quijano el Bueno
d) “entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió.”

. Seis días estuvo el hidalgo con calenturas (y al séptimo no se murió), y las pobres arañas con él respirando el halo nauseabundo y morcilloso que por entre sus dientes cariosos exhalaba. A continuación de estos seis piréticos días, anduvo otros tres ahora me desmayo ahora “mespabilo”, y al décimo, si no he perdido la cuenta, “dio su espíritu: quiero decir que se murió

Durante estos días, sus buenos amigos el bachiller Sansón Carrasco, el cura “curiambro”-porque no le bautizó Cide Hamete de otra forma- y maese Nicolás el barbero, iban y venían de sus asuntos al lecho de don Quijote. Sancho Panza se había mimetizado con el cabecero de la cama, porque de allí no se movía; no explica el autor si por miedo a que muriese su amo intestado y quedase él incobrado (que no viene en el DRAE, pero da juego).

Le confesó el cura (pecadillos “menúos” porque don Quijote había vivido como un santo –y casto- varón), y al salir de la habitación le comunicó a la peña: “verdaderamente se muere y verdaderamente está cuerdo don Alonso Quijano el bueno”.
Insiste Cide Hamete en varias ocasiones sobre la bondad de don Quijote (que se me hace difícil llamarle Alonso Quijano): “El ama y la sobrina hacían pucheros mientras cocían el puchero. en tanto que fue don Quijote de la Mancha, fue siempre de apacible condición y de agradable trato, y por esto no sólo era bien querido de los de su casa, sino de todos cuantos le conocían”.

 Cuando no se lo decían los demás, tampoco necesitaba don Quijote abuela para autoalabarse:

a) ” -Señores -dijo don Quijote-, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño: yo fui loco, y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha, y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano El BUENO”.
 b) Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno".
Es generoso con su herencia, dando dineros al ama para que se compre un vestido:
 ”y la primera satisfación que se haga quiero que sea pagar el salario que debo del tiempo que mi ama me ha servido, y más veinte ducados para un vestido”.
 Pide perdón a Avellaneda por haberle dado motivos (¿no es esto la cima de la ironía cervantina?):

 “»Ítem, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escribirlos.”

No le quede al lector ninguna duda de que Alonso Quijano acabó abominando de los libros de caballerías:

 LC 1.- “Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballerías”.
LC 2.- ”Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje, ya me son odiosas todas las historias profanas del andante caballería
 LC 3.- “Ítem, es mi voluntad que si Antonia Quijana, mi sobrina, quisiere casarse, se case con hombre de quien primero se haya hecho información que no sabe qué cosas sean libros de caballerías” (Y lo dice en serio)
LC 4.- “y después de haber abominado con muchas y eficaces razones de los libros de caballerías…”   LC 5.-“pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que, por las de mi verdadero don Quijote, van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna. Vale.”(Gracias Cide hamete, igualmente te deseo).

Acaba el libro con una declaración de amor entre la pluma con que escribiera Cervantes y don Quijote.
Don Quijote muere y el escritor cuelga la pluma para siempre, pues para él sólo ella había nacido. En la esperanza de que Avellaneda no lo resucite y se lo lleve a Castilla la Vieja ¡con el frío que hace allí!. (como que si voy a la comida quijotesca debo comprarme una buena pelliza. El corazón me dirá)

Comentario adherido a la Red de Comentarios Quijotescos que, desde su blog La Acequia, magníficamente  ha dirigido (y pronto unas chuletas digerido), el profesor Pedro Ojeda Escudero.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Comentario al cap 2.72 y mi muerte de don Quijote del 11/2007

   Curioso cartel anunciando una tertulia literaria en el Café Bar Sancho Panza: entrada gratuita
Comentario que pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia dirige el Humanista profesor Pedro Ojeda Escudero.

2.72

Pasaron don Quijote y Sancho el día de su llegada en aquel mesón-venta -que no castillo- (jugando al “subastao”, al ajedrez e, incluso, a la “gallinita ciega”), esperando la noche. El uno para acabar la falsa auto flagelación -o sea, la monda de los árboles-; tal vez contratado por la cuadrilla de Corcheros del Reino); el otro, amo del anterior, a la espera del acabamiento de tal faena: por ver a la señora de sus sueños desencantada (libre del acné seborreico, fístulas, llagas, apostemas y otras "peromias" que en su rostro habían enraizado).

Mientras tanto, llegó a la posada un “caminante a caballo” (no sé si será igual que “un jinete a patitas”) acompañado de unos criados, quienes le comunicaron que aquel hostal carecía de chinchorros y otros parásitos chupópteros; además de disponer de clima controlado: vamos, que la venta era “limpia y fresca” (como se sienten las chicas que usan una determinada marca de compresas)
Se alojaron estos viajeros en una habitación frontera a la de don Quijote, también decorada con feas “sargas”, como las que había en la alcoba de don Quijote. Cide Hamete no menciona su calidad ni los motivos de estas pinturas, pero seguro que tan malos como el “falso Quijote”, que fue la conclusión que Cide Hamete sacó de los anteriores.

Escuchó don Quijote, con el paquidérmico pabellón de su oreja aplastado contra la pared medianera del vecino, que aquel nuevo inquilino se llamaba don Álvaro Tarfe, personaje que él había leído cuando estuvo en la imprenta de Barcelona, en el Quijote del tordesillesco Avellaneda.

Buscó don Quijote, entonces, conversación con aquel caballero. Se encontró con él en una sala baja, la más fresca del edificio, donde el señor de Tarfe había bajado “a lo de verano” (supongo que en pantalón corto y chanclas playeras). Allí, nuestro excaballero andante, sometió al de Tarfe, natural de Granada (que no Atarfe, población muy cercana a Granada), a un exhaustivo interrogatorio. Don Álvaro reconoció ante don Quijote que él había sido gran colega del otro don Quijote y que, por recomendación suya, aquel estrafalario caballero viajó hasta Zaragoza donde participó en sus “mañas” y famosas justas, obteniendo como trofeo  el más grande de los ridículos, donde además organizó diversos alborotos y disturbios públicos. Por todo ello, el señor Tarfe dijo que se vio obligado a internarlo en el manicomio del nuncio de Toledo

Una vez convencido don Álvaro Tarfe de que nuestra “inmortal pareja” era la auténtica, la original, la genuina y que, como rezan los anuncios publicitarios, no admitía imitaciones, quiso a petición de don Quijote, testificar ante el alcalde y por mano del escribano sobre la autenticidad de tan singular mencionada pareja. Este don Quijote que en este momento le acompaña, como bien señaló Sancho, era el máximo socorredor de todos los menesterosos del orbe, así como indudable “matador de doncellas", entre las cuales hacía estragos: como muestra la reciente Altisidora. Por su parte, Sancho era  el más lleno de gracia (cual virginal criatura) de todos los escuderos del mundo,  que a chorros la derramaba.

Llegó la tarde y con ella la hora de la partida. Caminaron juntos don Quijote, Sancho y don Álvaro sobre media legua, tras la cual debía cada uno tomar su camino. Abrazó el granadino a don Quijote con una apertura de brazos, en la que luego no cabía Sancho -Sancho, hermano, que hermosos estamos-.

Al poco, cayó la noche, y se apartó Sancho a acabar su flageladora penitencia. No perdió don Quijote la cuenta de los latigazos, llegando a contar hasta “tres mil y veinte y nueve”, con lo que quedó don Quijote contento sobremanera.

A la mañana siguiente continuaron el camino de vuelta a la aldea, sin que se cruzase hembra a la que don quijote no fuese a observarle el físico y el rostro (¡anda que si la geografía llega a ser playera!), pero ninguna de ellas resultó ser Dulcinea desencantada.

Ahora trascribiré el final del capítulo pues, por muy buena explicación que ofrezca uno, la pluma del complutense, hasta el día de hoy, no tiene parangón y no necesita comentario:

Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual, vista de Sancho, se hincó de rodillas y dijo:

-Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza, tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo; que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban, bien caballero me iba.

-Déjate desas sandeces -dijo don Quijote-, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado -fol. 274r- a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar.
                                                                                                                                                                                                                                  Con esto, bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo

Anexo:
 Enlace con una entrada que publiqué, hace ahora tres años, en mis inicios con el blog, sobre la muerte de don Quijote  Ya me apasionaba entonces  el tema y buscando y buscando por La Red tuve la gran suerte de topar  con La Acequia

Nota Revulsiva:

Esta nota es para agradeceros las palabras de apoyo que me habéis mostrado en el post anterior.
Voy a hacer todo lo posible para haceros caso, y relajarme...., recuerdo cuánto me reía en los principios de mi blog: si no, que se lo pregunten a mi querido Gaucho Santillán.

Un fuerte abrazo a todos

sábado, 16 de octubre de 2010

Cap 2.70 El asalto de Altisidora a don Quijote

Las últimas semanas tengo problemas en montar la imágenes. Cliqueando se obtiene la imagen: pensé que podía ser una buena Alitisidora con pretensiones hacia don Quijote. (Quién fuera aquí el hidalgo)

Cap 2.70 de don Quijote (Que sigue al sesenta y nueve, al igual que este erótico número siguió al sesenta y ocho).
Comentario que pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que, desde su blog La Acequia, dirige el profesor Pedro Ojeda Escudero.


No entró Sancho muy conforme esa noche a dormir en el mismo aposento que su amo, pues sabía que don Quijote le daría el “coñazo” a preguntas sin dejarle descansar. Y, en efecto, se cumplieron los peores augurios; añorando el escudero un buen sueño en una choza. Atacó don Quijote con su locuaz artillería a Sancho pidiéndole su parecer sobre el suceso de Altisidora. Sancho no tuvo que pensar mucho la respuesta: “Muriérase ella en hora buena cuanto quisiera y como quisiera -respondió Sancho-, y dejárame a mí en mi casa, pues ni yo la enamoré ni la desdeñé en mi vida. Yo no sé ni puedo pensar cómo sea que la salud de Altisidora, doncella más antojadiza que discreta”.

En este pre- somnus y muerto de sueño se encontraba Sancho que hubo de amenazar a don Quijote para que se callase:” con todo esto, suplico a vuestra merced me deje dormir y no me pregunte más, si no quiere que me arroje por una ventana abajo”. (¡qué suicida este Sancho!) Y vaya si era capaz de cumplirlo, máxime cuando se encontraba inmune al dolor por la anestesia que le supuso el martirio de las mamonas que le hicieran las dueñas.

Ojo al dato (dejó don Quijote de dar la pelma a Sancho): “Durmiéronse los dos, y en este tiempo quiso escribir y dar cuenta Cide hamete (…) qué les movió a los duques a levantar el edificio de la máquina referida”. Resulta que el rencoroso bachiller Sansón Carrasco no había podido olvidar la humillación por el vencimiento que le infringió don Quijote, no cesando en su empeño hasta tener un nuevo duelo con el romántico caballero. Coincidencias del destino llevaron al bachiller Carrasco a encontrar por los caminos a un siervo de los duques que estaba al tanto de todas las peripecias ocurridas con don Quijote y Sancho en casa de su señor. Visitó el bachiller a los duques informándoles de su propósito; ellos le dijeron que, lo venciese o no, les diera cuenta del suceso. Llegó Sansón ante don Quijote, vióle y vencióle; hazaña de la cual informó a los duques, tal como les hubo prometido. Agregando que le hizo dar palabra a don Quijote de que, en caso de caer vencido, como así fue, se volvería a su aldea hasta un año; tiempo suficiente para recapacitar y alejarse de las locuras caballerescas.

Poco duraría a don Quijote el sueño con que empieza el fragmento anterior: “Los cuales, el uno durmiendo a sueño suelto, y el otro velando a pensamientos desatados, les tomó el día y la gana de levantarse”. Ya me extrañaba que se durmiera don Quijote al unísono de Sancho, como antes leímos.

Estando no muy descansado don Quijote por la vigilia referida, aún en su aposento, se presentó allí Altisidora, vestida de pasarela, de sopetón. A don Quijote parecióle una violadora que, tal vez, fuese a abusar de él. No es para menos la reacción del hidalgo:” con cuya presencia turbado y confuso, se encogió y cubrió casi todo con las sábanas y colchas de la cama, muda la lengua, sin que acertase a hacerle cortesía ninguna”. Tomó asiento Altisidora en una silla junto a don Quijote y empezó a reprocharle que estuvo a punto de morir, o que murió por poco tiempo, por el desdén que le demostraba. Sancho la interrumpió preguntándole que cómo era el infierno, ya que ese tipo de muertes se pagan con el fuego eterno. Ella le contestó que no llegó a entrar, que quedó a la puertas, desde donde pudo ver a una banda de diablos jugando al fútbol (no, creo que fue al golf o al hokey ilustrado, porque golpeaban a libros con unas palas: olimpiadas diablunas en todo caso). Y resultó que, uno de los libros, era el Don Quijote de Avellaneda; entonces un demonio cabecilla dictó que lo arrojaran a los más profundo del infierno: donde arden los peores herejes que en el mundo han sido. Ësta era la consideración que Cervantes tenía del citado libro. Y, para despejar dudas, le hace decir a don Quijote: “No hay otro yo en el mundo”.

Acabada la descripción del infierno, Altisidora renovó a don Quijote su profesado amor. Éste intentó desengañarla expresando que su único amor era Dulcinea. Entonces, desairada e iracunda la chica le soltó al caballero una sarta de “verdades” que dejó desarmado a don Quijote: “ -¡Vive el Señor, don bacallao, alma de almirez, cuesco de dátil, más terco y duro que villano rogado cuando tiene la suya sobre el hito, que si arremeto a vos, que os tengo de sacar los ojos! ¿Pensáis por ventura, don vencido y don molido a palos, que yo me he muerto por vos?”

sábado, 2 de octubre de 2010

CAP 2. 69 Las torturas a Sancho: medicina santa

"La voz a ti debida" (Salinas 1933) y "Las aguas del olvido" (Aguilera 2.030)

Comentario que pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia  dirige nuestro  retratista preferido,  el profesor Pedro Ojeda Escudero


“APEÁRONSE los de a caballo, y, junto con los de a pie, tomando en peso y arrebatadamente a Sancho y a don Quijote, los entraron en el patio…”, fueron seis fornidos lacayos de los duques los que hubieron de meter a rastras a Sancho dentro de la plaza. A don Quijote, un solo sirviente esmirriado lo tomó en brazos y lo sentó junto a Sancho.

Habían preparado los duques en aquel patio o plaza interior un escenario con su correspondiente patio de butacas, donde se iba a representar “la muerte y resurrección de Altisidora”, la cual se encontraba en el centro del recinto fingiendo estar muerta de amor por desdén de don Quijote , tumbada sobre un túmulo funerario. Resucitó (no a los tres días) o “rebulló” de dolerle el lomo por estar tanto rato “supina”.

Allí sentaron a nuestra asustada pareja, proyecto de pastores en declive, y les ordenaron que no abrieran el pico en tanto se celebraba la ceremonia: “Salió, en esto, de través un ministro, y, llegándose a Sancho, le echó una ropa de bocací negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y, quitándole la caperuza, le puso en la cabeza una coroza, al modo de las que sacan los penitenciados por el Santo Oficio”

Se rió relajadamente don Quijote de Sancho –lo que da a entender que era consciente de que aquella representación se titulaba “Las bromas de los duques II Parte”- al verlo disfrazado de tal guisa. “Comenzó, en esto, a salir, al parecer, debajo del túmulo un son sumiso y agradable de flautas, que, por no ser impedido de alguna humana voz, porque en aquel sitio el mesmo silencio guardaba silencio a sí mismo” (silencio al cuadrado= vapor de cementerio). Se dejó ver un muchacho vestido a lo romano y acompañado de un arpa quien, con delicada voz, cantó un par de estancias, poemas de los más bellos que contiene El Quijote; en parte por ser plagio de la III Égloga -2ª estrofa- , de Garcilaso. También "uno del 27" puso título a un poemario suyo.
El último verso, asimismo, es muy adecuado para título de un libro de memorias: “las aguas del olvido”, que no descartaría un revulsivo servidor intitular las suyas si la vida autónoma y la edad le conceden permiso.

De pronto alzó una profunda y poderosa voz un personaje que dijo llamarse Radamanto, hermano de Minos, quien prescribió la receta para la resurrección de Altisidora:”¡Ea, ministros de esta casa, altos y bajos, grandes y chicos, acudid unos tras otros y sellad el rostro de Sancho con veinte y cuatro mamonas, y doce pellizcos y seis alfilerazos [en] brazos y lomos, que en esta ceremonia consiste la salud de Altisidora!“.

De ninguna manera estaba dispuesto Sancho a que aquella prescripción se llevara a cabo a costa del dolor de sus carnes. Y menos que le cachetearan dueñas, con la aversión y misoginia que le tenía él a este género de individuas. Tuvo que rogarle don Quijote a Sancho para que accediera, ya que en ello podía irle al excaballero un más rápido desencanto de Dulcinea: las carnes de Sancho, medicinales.

domingo, 26 de septiembre de 2010

CAP 2.68 Don Quijote, cual leña del árbol caído.


Castigo de Dios (como le pasó a María de la O), pensó don Quijote que fue aquel porcino atropello; pues a un caballero andante vencido es normal se le presenten y padezca todas las desgracias de La Tierra y del empíreo.

CAP 2.68 Don Quijote, leña del árbol caído
(Enlaces en azul)
Comentario que pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos dirigidos desde La Acequia por el profesor Pedro Ojeda Escudero

De “cerdosa aventura” califica Cide Hamete la que sucede en el presente capítulo.

Más apropiado sería declararla como “puerca desventura”, pues lo que sucedió a don Quijote no se le desea como maldición ni al peor enemigo. “Comido de lobos…” deseó don Quijote a Sancho por no azotar sus enjundiosas carnes; “atropellado de puercos” acabó don Quijote, que no es situación más benévola que la deseada a Sancho. ¿Por qué se ensaña Cervantes con su criatura? ¿Por qué quiere hacer leña del árbol caído?

“Era la noche algo escura...”, aunque había luna en el cielo, porque la señora Diana se había “pirao de botellón”, dado que la suavidad de la noche invitaba a pasarla de “fiestorro” con los otros crápulas demiurgos. Don Quijote durmió poco tiempo, y contemplaba cómo Sancho hacía vibrar los carrillos de la cara al expulsar las exhalaciones de sus ronquidos.

Don Quijote, no pudiendo soportar más aquellos soporíferos bramidos que producía Sancho al dormir, se decidió por despertarlo y darle el sermón de la, todavía no llegada, mañana: “Maravillado estoy, Sancho, de la libertad de tu condición: yo imagino que eres hecho de mármol, o de duro bronce, en quien no cabe movimiento ni sentimiento alguno. Yo velo cuando tú duermes, yo lloro cuando cantas, yo me desmayo de ayuno cuanto tú estás perezoso y desalentado de puro harto. De buenos criados es conllevar las penas de sus señores y sentir sus sentimientos, por el bien parecer siquiera. Mira la serenidad desta noche, la soledad en que estamos, que nos convida a entremeter alguna vigilia entre nuestro sueño. Levántate, por tu vida, y desvíate algún trecho de aquí, y con buen ánimo y denuedo agradecido date trecientos o cuatrocientos azotes a buena cuenta de los del desencanto de Dulcinea.

Llegándole a rogar incluso (reconversión innecesaria: Dulcinea-labradora más adecuada para el pastoreo que Dulcinea-pija de la jet):” y esto rogando te lo suplico, que no quiero venir contigo a los brazos, como la otra vez, porque sé que los tienes pesados

Un señor hidalgo, como don Quijote lo era, pidiendo mercedes a su sirviente. ¡Cómo han cambiado los tiempos! Antaño, en la Primera Parte, el amo propinaba algún que otro palitrocazo y coscorrón a Sancho. Ahora reconoce la superioridad de los brazos de su exescudero (siendo él ahora excaballero andante), porque fue vencido de ellos comprobando que los tiene “pesados”.

Le reprocha don Quijote a Sancho que sea tan desagradecido , con la de favores que de él había recibido: “Por mí te has visto gobernador, y por mí te vees con esperanzas propincuas de ser conde, o tener otro título equivalente, y no tardará el cumplimiento de ellas más de cuanto tarde en pasar este año; que yo post tenebras spero luce” (Bonito “palabro” este de “propincua”)

Le responde Sancho que no entiende el latinajo; tras lo cual compone y trasmite una loa al sueño que deja perplejo al amo: “sólo entiendo que, en tanto que duermo, ni tengo temor, ni esperanza, ni trabajo ni gloria; y bien haya el que inventó el sueño, capa que cubre todos los humanos pensamientos, manjar que quita la hambre, agua que ahuyenta la sed, fuego que calienta el frío, frío que templa el ardor, y, finalmente, moneda general con que todas las cosas se compran, balanza y peso que iguala al pastor con el rey y al simple con el discreto. Sola una cosa tiene mala el sueño, según he oído decir, y es que se parece a la muerte, pues de un dormido a un muerto hay muy poca diferencia.” (la viva imagen de la muerte hemos visto todos, a veces, en quien duerme).

Ni don Quijote en sus mejores momentos de retórica oratoria, tal vez, no igualara la altura léxica y metafórica que Sancho aquí derrama. “No con quien naces, sino con quien paces”, añadió don Quijote, para anotarse un tanto y salir airoso del lance al que Sancho le había llevado.

“En esto estaban, cuando sintieron un sordo estruendo y un áspero ruido….” (yo diría sonoro o ensordecedor estruendo, que supongo quiere decir la expresión), cuando se les acercó una piara de más de seiscientos  que a una feria de ganados llevaban a vender, arrollándolos y pisoteándolos desaforadamente, sin respetar la autoridad de don Quijote ni la sencillez de Sancho; que El Cerdo no respeta ni a nobles ni a plebeyos.

Castigo de Dios (como le pasó a María de la O), pensó don Quijote que fue aquel porcino atropello; pues a un caballero andante vencido es normal se le presenten y padezca todas las desgracias de La Tierra y del empíreo.

Finalmente fueron apresados amo y criado por una troupe que los condujo hacia un castillo conocido por ellos

Revulsiva Nota:

Llego tarde, pero lo importante es llegar

domingo, 19 de septiembre de 2010

CAP 2.67 Don Quijote bucólico en "locus amoenus"


Para escuchar cómo don Quijote pide a Sancho que vaya con él a recoger una borregona que quedó atrapada en unos riscos Clic aquí (ya sé que repito la audición de este "diálogo profundo de la Hostia", pero me gusta: estuve años escuchando cómo hablaban así los cabreros de la sierra)

Comentario que pertenece a la Red  de Comentarios Quijotescos que dirige desde su blog  La Acequia el profesor Pedro Ojeda Escudero.

cap 2.67 (enlaces en azul)
Aunque don Quijote en este capítulo hace proyectos de dedicarse a la vida pastoril durante el año de paro “caballeril” forzoso que le ha impuesto el de la Blanca Luna por haber perdido el torneo contra él; lo que no piensa, desde luego, cambiar para su nueva vida es de amada (por no tener con ella aún problemas de convivencia), y menos el nombre de ella, pues el de Dulcinea es adecuado igual para ser princesa como para ordeñar ovejas.

Lo que le fatigaba las “mientes” a don Quijote, y verdadera y seriamente le hería el espíritu, es la indolencia de su escudero. Si Sancho tenía en ayuno sus posaderas de los miles de azotes que el mago Merlín le hubo recetado en la Cueva de Montesinos para el desencantamiento de Dulcinea, debía ser porque NO quería bien a su amo: el desasosiego se había instalado en el alma de don Quijote dado que “como moscas a la miel le acudían y picaban pensamientos...”. (Y ¿qué más le da ahora a don Quijote que su Dulcinea esté encantada en labradora? Qué mejor que una dura y aclimatada labradora para ordeñar ovejas).

Por mucha preocupación y fidelidad que don Quijote mostrara por su amada Dulcinea, tampoco se olvidaba de los requiebros y muestras de amor que le expresara la entregada Altisidora. Y no pudiendo reprimir más su curiosidad varonil (o de “macho varas”) le preguntó a su escudero:
“¿preguntaste a ese Tosilos que dices qué ha hecho Dios de Altisidora: si ha llorado mi ausencia, o si ha dejado ya en las manos del olvido los enamorados pensamientos que en mi presencia la fatigaban?”
(En aquellos tiempos no existirían naturalistas-vegetarianos: pero a nadie -ni a don Quijote- “le amargaría un dulce”

-¿Desde luego amo, no sé cómo puede usted pensar en esas frivolidades con los problemas que tenemos ahora?: Le contestaría Sancho.

Y, para finalizar, pondré un enlace que el superprofe P.O.E me ha puesto a óvulo, dado que explica al dedillo uno de los pasajes más bellos que Cervantes ha escrito: locus amoenus

locus amoenus (lugar agradable). Deriva de Teócrito y de Virgilio y tuvo un gran desarrollo en nuestra poesía bucólica de la Edad de Oro. La descripción del paisaje tiene las mismas características: prados verdes, riachuelos cristalinos, pájaros cantando, árboles con deleitosa sombra. No importa la precisión geográfica, sólo que sea el marco ideal para el amor. Garcilaso y Jorge de Montemayor son buenos exponentes en el uso magistral de este tópico.

"nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados, cantando aquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos, o de los caudalosos ríos. Daránnos con abundantísima mano de su dulcísimo fruto las encinas, asiento los troncos de los durísimos alcornoques, sombra los sauces, olor las rosas, alfombras de mil colores matizadas los estendidos prados, aliento el aire claro y puro, luz la luna y las estrellas, a pesar de la escuridad de la noche..."

Cervantes nunca se entretuvo en describir, con todo lujo de detalles (palacios, ventas etc),  los espacios cerrados; pero cuando sale al campo, al aire libre, se luce, explaya y  lo goza al máximo.

sábado, 11 de septiembre de 2010

CAP 2.66 Crecimiento (¿y engorde?) de Sancho:


Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia dirige el profesor Pedro Ojeda Escudero.
(Enlaces en azul, menos éste)

Al salir de Barcelona (al final leemos cómo Riquer es relevado por sus discípulos Blecua y Rico. ¿A quién de los dos valora más nuestro profe P.O.E., tal vez pregunta comprometida) miró don Quijote el sitio donde cayó vencido y empezó a lamentarse por su mala suerte, mala ventura o mala Fortuna. Sancho le respondió a su amo que la tal Fortuna era una mujer beoda y caprichosa, pero sobre todo ciega; que sin pasar por oculista, “no ve lo que hace, ni a quien derriba ni a quien ensalza”.

Quedó don Quijote admirado de la inteligente elocuencia de su escudero, por ello le habló en estos términos: -Muy filósofo estás, Sancho -respondió don Quijote-, muy a lo discreto hablas: no sé quién te lo enseña. Lo que te sé decir es que no hay fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas o malas que sean, vienen acaso, sino por particular providencia de los cielos, y de aquí viene lo que suele decirse: que cada uno es artífice de su ventura".

Tratamiento de filósofo dio don Quijote a Sancho, como persona que sabe y ama el saber. A pesar de decirle, con cierto menosprecio, al final del capítulo, cuando Sancho acepta la invitación de Tosilos a degustar unas “rajas” de Tronchón y beber unos tragos de “lo caro” (buen vino) que, “tú eres, Sancho, el mayor glotón del mundo y el mayor ignorante de la tierra, pues no te persuades que este correo es encantado, y este Tosilos contrahecho. Quédate con él y hártate, que yo me iré adelante poco a poco, esperándote a que vengas”.

¿Cómo puede Sancho ser un buen filósofo y, al mismo tiempo, ser el mayor glotón del mundo sin contradecir las leyes "rocinantinas" y de Caballería? Don Quijote, por ese motivo, no comía pan a manteles (no olvidemos que antes de ser ordenado Caballero Andante, según se nos cuenta en el capítulo 1.1, gozaba de un menú semanal variado: “ Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos”) ni sin manteles, mayormente no por la disponibilidad de manteles, sino por la ausencia de condumio.

Finalmente, y después de saciar los apetitos carnales culinarios a costa de las alforjas de Tosilos, éste continuó su viaje a Barcelona donde los duques de correo lo habían mandado, y Sancho se reunió con su amo que en ayuno pertinaz, a la sombra de un árbol le estaba esperando

Revulsiva Nota:
 
 Hoy y ahora es el día (sábado) y la hora (20:38) habitual en los cuales acostumbro -no hay otra hora ni otro día disponibles-  a publicar mi comentario semanal al capítulo del Quijote.
Sé que llevo unas semanas con poca participación en el Foro de La Acequia y en los blogs correspondientes de los tertulianos afines al fin quijotesco.
Este fracaso (que siempre sea el mejor de los posibles, como dijera Steiner, y yo perogrulladamente repito) que no es nuevo, sino que se repite periódicamente por este revulsivo lugar, tiene muy difícil solución, dado que este revulsivo servidor por pacto de Estado, no dispone de "La Internet" en casa.
Pero, aunque tuviera dicha conexión, no creo que cuando arribase cada noche después del viaje diario por lo ancho y largo de Vandalia,  pudiera conectarsee: unos churumbeles y dos tetas tiran más que dos carretas (Espero que mi Mildred no lea esta expresión. Risas sonoras).

Los comentarios que publicáis en vuestros respectivos blogs viajan conmigo cada día vaya por donde vaya y, a la hora del café, copa y Quijote, en el restaurante de turno, os leo con toda la pasión que permite un estómago bien lleno, como gusta a Sancho tener, paradójicamente filosófico ultimamente (por lo de glotón, que le dijera don Quijote).

lunes, 6 de septiembre de 2010

CAP 2.65 “Volveré a mis honrados ejercicios”

                       Todas las noches se acercaba un zorrito a compartir la cena con nosotros.

Comentario serrano que pertenece al grupo de lectura del Quijote que dirige desde La Acequia el profesor Pedro Ojeda Escudero.

Capítulo 2.65

Capítulo en el que Sansón Carrasco se quita la máscara de caballero de la Blanca Luna. Se nos informa sobre los seis días que estuvo don Quijote convaleciente guardando cama; y del resultado de la liberación de don Gregorio.

Estaba don Antonio Moreno ansioso por descubrir la identidad del caballero de la Blanca Luna, por ello le siguió por las calles de Barcelona acompañado de una tropa de muchachotes; hasta que, el del albo astro, no tuvo más remedio que comunicarles que bajo aquella máscara se ocultaba el bachiller Sansón Carrasco, Vecino del “lugar” (de cuyo nombre nadie se acuerda) o aldea de don Quijote; y que, por la gran lástima que le tenía (él el que más), al haber perdido el juicio “un hombre que le tenía bonísimo”, hacía tres meses que salió en su busca para, después de negociar las condiciones para su vuelta, retarle, vencerle y retornarle a su “lugar” de La Mancha (que tendrá premio el que su nombre “averigüaye”) durante, al menos, un año; tiempo suficiente para que el hidalgo recobrase el juicio.

No estaba de acuerdo don Antonio con los principios “altruistas” que movían al bachiller, pues con ellos infringiría un gran perjuicio a la humanidad:

"-¡Oh señor -dijo don Antonio-, Dios os perdone el agravio que habéis hecho a todo el mundo en querer volver cuerdo al más gracioso loco que hay en él! ¿No veis, señor, que no podrá llegar el provecho que cause la cordura de don Quijote a lo que llega el gusto que da con sus desvaríos? (...)
“Porque con su salud no solamente perdemos sus gracias, sino las de Sancho Panza, su escudero, que cualquiera dellas puede volver a alegrar a la misma melancolía”.

Tuvo don Quijote que descansar durante seis días en cama (por llevarle la contraria al que “trabajó” durante seis días y al séptimo descansó) los cuales estuvo triste, pensativo y ojeroso. Se esforzaba Sancho en consolarle, haciéndole ver que quien más perdía con aquella derrota era él, no pudiendo ya aspirar a ser conde.

A su vez, don Quijote animaba a Sancho, diciéndole que su reclusión y retirada no habían de pasar de un año, después del cual -sentenció- “Volveré a mis honrados ejercicios”. No ha de extrañarnos este aserto de don Quijote, pues ha muchos capítulos que nos dijo: “Caballero andante soy y caballero andante he de morir”

En esta conversación estaban caballero y escudero, cuando entró don Antonio a darles la buena nueva de la liberación y llegada del renegado y don Gregorio. Salió Ricote y su hija Ana Félix a recibirlos. Ella no abrazó a su amado don Gregorio porque, según el verdadero autor de esta historia, “donde hay mucho amor no suele haber demasiada desenvoltura” (mírame, pero no me toques). “El silencio fue allí el que habló por los dos amantes, y los ojos fueron las lenguas que descubrieron sus alegres y honestos pensamientos” (Regla de oro para el buen funcionamiento de la pareja, que deberíamos aplicarnos las comunes de las mortales parejas: “María, el silencio éste con el que me estás obsequiando durante media hora es maravilloso, no lo rompas aún”. Creo que fue de Carlos Fuentes de quien escuché que, sólo en compañía de un par de amigos muy íntimos, se podía permitir el lujo de intercalar unos largos silencios durante una conversación , a veces de más de diez minutos).

Acaba el capítulo con la promesa hecha por don Antonio a Ricote, hija y yerno, de llevar su caso a la corte para que lo revisaran y anularan su expulsión, ya que ellos, aunque de ascendencia morisca, ahora eran más cristianos que el primero y más “güenos quel pan”. Difícil misión la que se proponía don Antonio, sobretodo leyendo la descripción que de don Bernardino de Velasco, conde de Salazar, a quién dio su Majestad poderes para la expulsión de los moriscos, hace Cervantes de quien dice que con él “no valen ruegos, no promesas, no dádivas, no lástimas”.

Revulsiva Nota:
 
He podido, durante mis cuatro días Namá, en la Sierra de Cazorla leer y, sobretodo, escuchar (porque al mismo tiempo que se escucha se anda y se desengrasa) el capítulo que nos ocupa. Tomé algunas notas, y esta tarde finalmente he podido redactar mi comentario (son las 20:33), la hora que da mi blog es errónea.
 
El Quijote tiene la virtud de adaptarse a todos los terrenos: es compatible con la ciudad y todo el barullo que conlleva; con el campo de olivos o de trigo; o con una sierra "andurreada" por cabras o jabalíes.

sábado, 28 de agosto de 2010

CAP 2.64 Don Quijote despierta de su sueño



CAP 2.64 Don Quijote despierta de su sueño

Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que, desde su blog La Acequia, dirige el profesor Pedro Ojeda Escudero.


Pequeño pero interesantísimo y ameno es el capítulo de hoy. En el anterior quedamos con el relato de que el novio de la hija de Ricote la tal Ana Félix, había quedado en manos del turco, y que para que éste lo liberara ella debía volver con oros y joyas de las que su padre Ricote dejó escondidos en el subsuelo español; bajo amenaza de que si no vuelve con las joyas, el turco daría buena cuenta del mozo, aunque estuviera disfrazado de moza: ya se descubriría cuando el turco –que tiene buen diente, seguro heredado de sus vecinos los antiguos griegos- le bajara las faldas.

Ante tan grave tesitura, don Quijote se ofrece rápido y veloz para liberar a Gaspar Gregorio, que así se llama el chico. Sancho también reacciona rápido y le dice a su amo: “¿pero ande va osted, nosta viendo questá la mar pormedio?” (huelga decir que lo incluido en el entrecomillado es cosecha de este revulsivo). Finalmente, toda la “peña” allí reunida decide que sea el renegado el que parta en busca del que quedó en prenda, antes de que nadie se quede prendado de su belleza cuasi femenina.

Otro día, saliendo don Quijote a pasear por las arenas de la playa (o sin arena: dicen que la Costa Brava en antaño era agreste, qua la arena la pusieron después los que reclamaban turismo…de playa) creyó tener un espejismo, pues vio venir hacia él a un armado caballero (no se mencionan las características de su caballo), en cuyo escudo lucía y casi deslumbraba una “resplandeciente luna”. Don Quijote quedó boquiabierto al verlo, pues pensaba que él era el último de una especie en extinción. Luego debió de preguntarle ¿quillo, tú de quien eres?”, porque se le escuchó al recién llegado decir:

 “Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te le habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso; la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año”.

Don Quijote le contesta al de la Blanca Luna que en su vida ha escuchado semejante nombre pero que, no obstante, acepta el reto, puesto que pone en entredicho la superior belleza de su sin par Dulcinea. De todas formas los lectores quedamos algo perplejos cuando a continuación leemos que don Quijote añade en cuanto a Dulcinea: “ y así, no diciéndoos que mentís,, sino que no acertáis en lo propuesto”. Don Quijote nunca ha visto a Dulcinea, si no es cuando Sancho lo engañó encantada en fea labradora. Nuestro hidalgo luchará por el ideal que él tiene de la señora de sus sueños, no por ella en realidad, que en todo caso sería la que ahechaba trigo, rubión del malo, y por gracia Aldonza Lorenzo. El caballero retador también tiene una señora ambigua, o tal vez ninguna “sea la que fuere” dice (esto ya es tocarle los cataplines a don Quijote).

Se preparan los contendientes para el duelo y, visto y no visto, corren uno hacia el otro. Rocinante reacciona, a medida de su jinete, más torpe y lento. Como un vendaval se cruzan con el de la Blanca Luna quien, sin rozarle siquiera, da con ellos en el suelo; amasijo de caballo y caballero a quienes se los llevó el aire: “como era más ligero el de la Blanca Luna, llegó a don Quijote a dos tercios andados de la carrera, y allí le encontró con tan poderosa fuerza, sin tocarle con la lanza (que la levantó, al parecer, de propósito), que dio con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída”. Prácticamente no nos da tiempo a entender qué es lo que ha sucedido; Cervantes huye de dar explicaciones detalladas de la primera derrota "síquica" que sufre don Quijote. Sí nos queda claro que el vencedor no tenía propósito de hacerle daño a don Quijote.

El de la Blanca Luna le acerca la lanza a la visera de don Quijote, y éste acepta la mitad del trato convenido; o sea, colgar las armas al menos durante un año. En cuanto a la mayor o menor belleza de Dulcinea no se menciona ni media, no era lo importante para el que se esconde detrás de la armadura con resplandeciente media luna en su escudo. Ésta será la luna, no del alba de don Quijote, sino la de su ocaso. La que acaba con sus sueños; la noche como final del día y también de la vida de don Quijote. Nuestro hidalgo, una vez derrotado ya no quiere vivir, aunque el de la Blanca Luna (Cervantes) le deja la puerta entreabierta y sólo lo condena a un año de retiro;¡pero vamos...! Cervantes está ya bastante viejo y cansado como para tener ganas de una cuarta salida.

Termino con la voz de la frustración, de la derrota, que da significado al epígrafe del capítulo de hoy  "Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido”:
"Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra".

sábado, 21 de agosto de 2010

CAP 2.63 Al turco lo mismo le da la belleza de Ana Félix como la de Gaspar Gregorio

Comentario perteneciente al club de lectura del Quijote coordinado por Pedro Ojeda Escudero desdeLa Acequia

Quedó don  Quijote pensativo de la respuesta que la cabeza encantada de don antonio Moreno le había dado en cuanto al desencanto de Dulcinea. Sancho, por su parte, añoraba los días en que fue gobernador, porque: "aborrecía el ser gobernador, como queda dicho, todavía deseaba volver a mandar y a ser obedecido, que esta mala ventura trae consigo el mando, aunque sea de burlas" ("la mayoría de los hombres políticos no merecen ser llamados así, pues no son de verdad políticos, ya que político es el que elige obrar noble y generosamente, mientras que la mayor parte de los hombres abrazan esta vida por dinero y codicia": (Aristóteles "Ética Eudemia", citado por Emilio Lledó en "Elogio de la infelicidad"). Sancho ya sentía este gusanillo venenoso que produce el poder, la vida política. ¿Cuántos, de los políticos que nos gobiernan, no están contaminados por este ente tóxico? ¡Qué actual el sentimiento de Sancho y la afirmación de Aristóteles!.

Aquella tarde, don Antonio Moreno llevó a don Quijote y Sancho a visitar los barcos del puerto; subieron a uno de ellos siendo homenajeados por los marineros y los mandos de éstos. A Sancho le saludaron de una forma especial, pasándolo vía aérea de una fila de remeros a otra: el manteo de la venta fue una ridiculez al lado de esto. Mientras, don Quijote observa como uno de los que dirige el cotarro de los remeros, empuñando un látigo, empieza a azotar suavemente las espaldas desnudas de éstos. No pierde el amo ocasíón para decirle a Sancho, una vez que ya los remeros le hubieron basculado, que aprovechara la ocasión para darse una tanda de azotes a "lomo pelao" a cuenta de los muchos que tiene pendientes para el desencanto de Dulcinea; que entre tanta gente flagelada no le habría ni de doler: el dolor se disiparía entre la azotaina general y, además, es posible que en tales ciscunstancias el sabio Merlín le descontara cada azote por diez.

Mientras tanto, un vigía que estaba apostado en las alturas de Monjuit avista "un bajel de remos por la banda del poniente" y da aviso al resto de embarcaciones para que lo persigan y apresen. Cosa que hacen gracias a las artes guerreras que poseen; aunque dos "toraquis" o turcos borrachos dispararon dos escopetas, dando muerte a dos soldados de los mejores que tenían. El general, o jefe de la flotilla española, prometíó dar muerte a todos los apresados en el bajel, que resultaron ser tres docenas de personas. Preguntó el general por el arráez  del bergantín turco, siéndole presentado con ese cargo un joven y bello mozo de unos veinte años. Pero después de algunas indagaciones y con la amenaza de ahorcarlos a todos, el adonis veinteañero, resultó no ser ni turco ni moro ni renegado, sino fémina bella en extremo: de éstas cuya excelsa belleza se recrea Cervantes en describirnos en largas parrafadas.

La joven suplica ser escuchada; todo un rocambolesco periplo ha recorrido desde que tuvo que salir de España por la orden de expulsión de los moriscos. Salió con un enamorado suyo de nombre Gaspar Gregorio y unos tíos carnales en busca de otras tierras donde asentarse y formar familia. No tuvieron mejor ocurrencia que ir a parar a Argel, según cuenta, el mismo infierno, donde el rey del lugar enterado de su hermosura y de sus riquezas los mandó llamar a ella y a su Gaspar Gregorio (en la vida he visto un nombre más dificultoso de pronunciar). Después de un sondeo a la piba, el rey de berbería pensó mandarla de
vuelta a España para que buscase el tesoro enterrado por su padre y regresara con él a berbería. Mientras tanto el tal Gaspar Gregorio quedaría en manos de los libidinosos turcos:" Turbéme, considerando el peligro que don Gregorio corría, porque entre aquellos bárbaros turcos en más se tiene y estima un mochacho o mancebo hermoso que una mujer por bellísima  que sea"

Precipitadamente, Ana Félix, que se llamaba la chica, antes de retornar a España vistió a su chico de chica por ver si con este metamorfoseo lo pudiera librar de las garras del turco: así vestido-a lo incluirían en un serrallo y las posibilidades de... (EJEM) serían menores.
 Muy apurada la chica rompe en llanto, el general se compadece de ella y le perdona la vida. En esto se le acerca un anciano a Ana Félix, era Ricote el padre de ella y vecino de Sancho "el pobrete o pobrote", que venía de recuperar el tesoro enterrrado, por lo que ofreció dos mil ducados al que rescatase a su yerno de las garras y apetitos del turco. (Seguro que Cervantes le daría vueltas a la cabeza antes de declararnos estas inclinaciones del turco, ya que él estuvo unos años secuestrado en berbería. Lo que no sabemos es si, en sus timepos mozos, fue un adonis como el amigo Gaspar Gregorio).

Nota Revulsiva:

Estoy de averías con la Internete y otros imprevistos personales y profesionales. A esto en los buenos tiempos le llamaba yo "fracasar mejor" (me enseñó la expresión George Steiner), aunque de tanto fracasar pronto le llamaré naufragar. Por lo tanto pido a los colegas a quien asiduo los fines de semana que me tengan un poco de la paciencia, no sé si podré visitarlos. Besos y abrazos

domingo, 15 de agosto de 2010

CAP 2.62 A cada cerdo le llega su San Martín


Al Quijote de Avellaneda, cual cerdo, le llegará su San martín; el día de la matanza en torno al 11-Cervantes despechado dixit)

El anfitrión de don Quijote en Barcelona era don Antonio Moreno,en cuya casa se alojó. Era hombre rico, discreto y, aparentemente, educado. Pero sólo aprarentemente, pues de apariencias nos tiramos viviendo media vida. Este rico burgués tenía una idea muy particular sobre qué eran bromas y quién debía recibirlas:"porque no son burlas las que duelen, ni hay pasatiempos que valgan si son con daño de tercero". También es excusa de Cervantes por la vida de maltrato que le da a su criatura e hijo predilecto "don Quijote";además, el ilustre Manco, olvidó contratar póliza de seguro con cobertura de daños a terceros para su "creatura".

Lo primero que hace don Antonio Moreno es despojar a don Quijote de toda la chatarra que lleva encima, y en su lugar le hace poner un ajustado y pajizo ropaje, dando como resultado el metamorfeo de caballero andante por gracioso arlequín. Lo exhibe desde el balcón de su casa como mona de circo, para burla y mofa del viandante.

Posteriormente, el barcelonés, invita a don Quijote a dar un paseo por las calles de Barcelona; pero antes que nada se las ingenia para colgarle un cartel
en las espaldas "donde le escribieron con letras grandes, Este es don Quijote de la mancha". Se percató don Quijote de que la muchedumbre le miraba y le admiraba, y almibarado dijo a don Antonio:"Grande es la prerrogativa que encierra en sí la andante caballería, pues hace conocido y famoso al que la profesa por todos los términos de la tierra; si no, mire vuestra merced, señor don Antonio, que hasta los muchachos desta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen".

Luego, ya de vuelta a casa de don Antonio, la mujer de éste había organizado un sarao (o fiesta gansa), e invitado a varias amigas suyas, entre las cuales se encontraban "dos de gusto pícaro y burlonas y, con ser muy honestas eran algo descompuestas" (o sea, dos pájaras de cuidado):". Éstas dieron tanta priesa en sacar a danzar a don Quijote, que le molieron, no sólo el cuerpo, pero el ánima". Tuvo Sancho que recoger del suelo los despojos de su amo y  llevarlo en brazos a su aposento. ¡Dista mucho ya aquel don Quijote danzarín de antaño, que hiciera cabriolas sobre la Peña Pobre, de éste de hogaño, rendido y tumbado tras los primeros pasos!.

"Otro día le pareció a don Antonio ser bien hacer la experiencia de la cabeza encantada", para ello reunió a un par de amigotes y a las dos damiselas que agotaran a don Quijote en el baile: "La cabeza da respuestas ingeniosas o ambiguas a algunas preguntas que se le hacen y a don Quijote y a Sancho contesta vagamente sobre la cueva de Montesinos, el desencanto de Dulcinea y las posibilidades de un nuevo gobierno. Cervantes se apresura a aclarar que tal cabeza estaba montada sobre un tubo que comunicaba con un aposento del piso inferior, donde se situaba de don Antonio Moreno que desde allí oía las preguntas y daba las respuestas" (Doy las gracias al maestro de maestros, Martín de Riquer, por proporcionarme las anteriores palabras entrecomilladas, pues ya voy mal de tiempo).

Revulsiva Nota:

Me queda por comentar la entrada de don Quijote en una imprenta de Barcelona, donde Cervantes vierte su opinión sobre los traductores de la época, los derechos de autor y, de nuevo,  arremete sobre El Quijote de Avellaneda,  de quién dice: "a cada puerco le llega su San Martín".

sábado, 7 de agosto de 2010

CAP 2.60 Los muchachos siempre fueron traviesos: también en Barcelona.

                        Dibujo de la entrada de don Quijote en Barcelona, de Gustave Doré

Para El Grupo de Lectura del Quijote, dirigido por el Profesor Pedro Ojeda desde La Acequia


No cesó la actividad en los tres días y tres noches en los cuales don Quijote y Sancho acompañaron a Roque Guinart. Si durante el día “unas veces huían sin saber de quién, y otras esperaban, sin saber a quién”, durante la noche jugaban a dormir de pie (e incluso, a ver quién duraba más a "la patita coja") para no hacerlo profundamente, mudando así el dormitorio telúrico de un lugar a otro. Y es que este tal Roque bandolero no se fiaba ni de la ropa que llevaba puesto

Usando “caminos deshusados, por atajos...”, y veredas de cabras, finalmente Roque y media docena de sus secuaces acompañaron a don Quijote y Sancho hasta la playa de Barcelona. Pudieron comprobar lo “ espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera”, que era el charco más grande que, hasta ese momento, ellos habían visto.

Y no fue casual el día de la llegada de nuestros personajes a la playa de Barcelona: la víspera del día de San Juan, en cuya noche, en aquella playa, se celebraba “fiestorro gorro”. Dado que, el otro día mencionado “historiador moderno”, había fastidiado a don Quijote la participación en la Justas de Zaragoza, ahora nuestro jovial hidalgo no estaba dispuesto a consentir que el aragonés anónimo  le privara de pasar una divertida Noche de San Juan (con sus carnes a la parrilla, posterior botellón saltando descalzo sobre las hogueras: que él no se iba a quemar, y si se quemara, estoicamente, no se quejaría)

Deja Roque a nuestra ilustre pareja en manos de un servidor suyo, para que ejerza con ellos (cual Merche: saludos) de guía turístico. El delegado de Roque da la bienvenida a don Quijote, no con los piropos de antaño “flor, nata y espuma...”, sino con otros más modernos e iluminadores “Bien sea venido a nuestra ciudad el espejo, el farol, la estrella y el norte de toda la caballería andante “. Don Quijote agradece al bandolero-guía su ofrecimiento con esta acertada frase: “Si cortesías engendran cortesías, la vuestra, señor caballero, es hija o parienta muy cercana de las del gran Roque” (Cervantes no ahorra halagos hacia Roque Guinart, cuya historia, parece le tiene fascinado).

Se adentran don Quijote y Sancho en Barcelona guiados por el guía mencionado. Es la primera vez que nuestra ilustre pareja pasean por una gran ciudad. Pero como gamberros hay en todas partes, algunos de ellos pusieron unas “aliagas” bajo la cola de Rocinante y el rucio, provocándoles un grandísimo escozor en sus respectivas posaderas. Aquellos pobres animales, que no habían sentido nunca aquel calor infernal en tan blando sitio, empezaron a dar mil saltos, y “corcovos”, hasta que dieron con sus jinetes en el suelo; para risa y disfrute de todos los viandantes.

Continúa Cervantes en la misma línea de humillar y ridiculizar, siempre que se presenta la ocasión, a don Quijote y Sancho. Quiere que El Quijote no sea sólo un libro para ilustrados, sino que el pueblo llano, sin estudios en su completa mayoría, disfrute y ría con sus aventuras y desventuras (sobretodo con las desventuras) a mandíbula batiente: a unos y a otros, a nadie dejaría indiferente.

Nota Revulsiva:

Nada de interés que destacar. Los caracoles ya se acabaron; ahora por lo visto, a estas alturas del estío, les sale un parásito gusano.

domingo, 1 de agosto de 2010

CAP 2.60 Roque Guinart: un sinvergüenza idolatrado

Para darnos cuenta de la repercusión mediática de estos bandoleros, basta con decir que Cervante dedica un par de capítulos a Roque Guinart ( Perot Rocaguinarda). Nuestro querido Quijote lo describe diciendo que ..."llevaba cuatro pistoletes en la cintura, que en esa tierra (Catalunya) llaman pedreñales”.

Era fresca la mañana “y apacible el día...” (Rosalía) en que don Quijote salió de la venta, preguntando antes cuál era el camino más derecho para ir a Barcelona: por llevarle la contraria al “historiador moderno” que profetizó su viaje antes de tiempo-

Varios días cabalgaron aburridos caballero y escudero en busca de la catalana ciudad; que cuando Cide Hamete, “parlanchín” empedernido, cierra el pico es porque no hay nada notorio que contar. Y al sexto, que no al bíblico séptimo, descansaron bajo unos genéricos árboles.

Sancho, como hubo merendado, se quedó “roque” (que no Roque, el de después) al instante; pero don Quijote, que poco o nada había comido, en vez de ponerse a contar ovejas, fijó sus pensamientos en su encantada y malograda Dulcinea: todo por culpa de aquel bellaco que a su lado dormía, “ pues a lo que creía, solos cinco azotes se había dado, número desigual y pequeño para los infinitos que le faltaban”. Con estos razonamientos llegó a la conclusión don Quijote de que, si Sancho no quería azotarse voluntariamente, debería ser él mismo el que zurrara a aquel sujeto pasivo que tenía por escudero: “pues la sustancia está en que los reciba, lleguen por do llegaren”.

Toma don Quijote las riendas de Rocinante para con ellas ruborizar las posaderas de Sancho, pero el escudero es de sueño frágil y despierta cuando su amo los greguescos intentaba bajar. Se entabla entre ellos desigual batalla, con el resultado previsto: de Sancho 1, don Quijote 0; la rodilla del escudero encima de los esmirriados pectorales de su amo. Firman la paz con la condición de que Sancho se azotará cuando le apetezca.

Se retira Sancho a dormir más alejado de su amo, por si le da de nuevo tentación de azotarle.
Pero, en estando Sancho en una arboleda buscando lecho, siente como unas botas y calzas le tocaban en la cabeza. Se asegura de que no son regalos en árboles gigantes de Navidad. Se estremece de miedo, grita a don Quijote, el valeroso,  para que venga a socorrerle (ya ha olvidado que hace un momento le tenía vencido bajo su rodilla). Llega don Quijote, analiza los racimos que cuelgan de aquellos árboles y tranquiliza con las siguientes palabras a su escudero: “No tienes de qué tener miedo, porque estos pies y piernas que tientas y no vees, sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta; por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona".

Es costumbre, según don Quijote, encontrar ahorcados por docenas en entrando en tierras catalanas. ¿Se cumple aquí el razonamiento “jesusnazariano” de: “por sus obras -o frutos- los conoceréis”? ¿A qué tipo de fricción responden estas ejecuciones masivas, y por qué es normal y frecuente encontrarlas en aquellas tierras? Sea como fuere, don Quijote ya sabe que está en las estribaciones de Barcelona.

Ensimismados con tan atípico y macabro panorama, nuestra entretenida pareja no se percata de que son rodeados por hasta cuarenta bandoleros, algunos de los cuales inspeccionan a fondo dentro de las alforjas y la maleta de Sancho con cuentas de aligerar su peso. Así como “escardarle” y mirarle hasta lo que subcutáneamente esconde..

En esto que llega el “masca” de la tribu, un tal Roque Guinart, joven de unos 34 años.Tío serio, fuerte y de tez morena. Manda a sus subordinados que dejen de incordiar a nuestros amigos. Don Quijote le reconoce y le adula: “No es mi tristeza -respondió don Quijote- haber caído en tu poder, ¡oh valeroso Roque, cuya fama no hay límites en la tierra que la encierren!".

Mientras platica Roque con don Quijote se acerca formando un gran tropel un jinete, que resulta ser “jineta”, o moza disfrazada de mancebo, la cual viene a pedir ayuda a Roque ya que, armada hasta los dientes -cuchillos, puñales, escopetas y pistolas- fue a un supuesto resarcimiento de su honra, matando a un joven de varios disparos. Por este motivo pide a Roque que la acompañe a huir a Francia y luego proteja a su padre de una posible venganza por parte de la familia de la víctima.

Don Quijote, que ve la oportunidad de adjudicarse un triunfo por socorrer a una menesterosa moza, comunica a la chica que él la ayudará. Sancho da fe de que su amo es especialista en recomponer matrimonios. Pero es Roque el que acompaña a la moza en esta misión. Don Quijote queda al margen, de rueda de repuesto; y no es necesaria su participación pues Roque es un bandolero muy especial: socorre, como don Quijote, a las viudas y menesterosas en general; roba, pero reparte también entre los robados parte del botín, agradeciendo ellos el noble gesto de no robarles del todo.

No sé los motivos por los que Cervantes adula a este generoso bandolero. Es posible que todo esté enfocado desde una perspectiva irónica, pero un revulsivo servidor no lo pilla.

Revulsiva Nota:


                     Playa desde la cual el profesor P.O.E. coordina los comentarios Quijotescos

Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos, que desde su blog La Acequia, coordina el profesor Pedro Ojeda Escudero

sábado, 24 de julio de 2010

EL ARCABUZAZO: EL QUIJOTE DE AVELLANEDA


Escribí en La Acequia:
Antonio Aguilera dijo...

Avellaneda, e incluso algunos ilustres literatos y estudiosos en general -Ojeda dixit en alguna ocasión-, no alcanzan a comprender la profundidad de la Primera Parte del Quijote. De esta forma, el plagiario continuador, se limita a mostrar sólo la faceta de loco de don Quijote; sin darse cuenta que todos los caracteres de los habitantes de la España del XVII estan recogidos en la citada Primera Parte. Don Quijote es un conglomerado de personalidades y sabidurías: por ello es, casi siempre, el perfecto alter ego de Cervantes; quien ha viajado y leído mucho, y por eso mismo sabe mucho (más o menos, escribió él).


Gracias a la recomendación de Abejita de la Vega, compré el libro de Manuel Fernández Álvarez “Cervantes visto por un historiador”. Observo cómo Abejita, en la vista de perfil de su blog, destaca como sus libros favoritos todos los de Fernández Álvarez, además de los de Delibes y otros. Esta laboriosa Abejita sabe dónde están las flores-libros de más calidad para elaborar la mejor miel, que son las entradas sobre El Quijote en su blog: gracias Abejita

Como las canículas y el laboro me tienen la neurona bloqueada (sí, creo que sólo me queda una), me voy a limitar –después de haber leído y escuchado en mp3 un par de veces el capítulo- a copiar del libro de Fernández Álvarez lo que me dé tiempo hasta que mi Mildred me reclame a su lado (me daré prisa porque es la 20:49 ahora “mesmo”). He buscado por Internete este libro para copiar y pegar pero no está disponible en gratis.

“A finales del verano de 1614 ó principios del otoño de aquel año, Cervantes tiene ya muy avanzado su libro. Ha escrito ya 58 capítulos, seis más de los que había parido en la primera parte, de forma que en cualquier momento podía preparar su final.

Y de pronto recibe en pleno rostro el gran arcabuzazo: alguien que se hacía llamar Alonso Fernández de Avellaneda se le había adelantado, publicando a su gusto otro Don Quijote.

…que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras

Un arcabuzazo que Cervantes sintió terriblemente. Además del robo de su idea, del que se jactaría en el Prólogo de la obra, su autor ofendía sin pudor alguno a Cervantes.

Habían pasado diez años desde la aparición de la Primera Parte. Demasiado tiempo. ¿Acaso Cervantes había abandonado su promesa de sacar la segunda? ¿No ocurriría como con su Galatea? Se le veía entretenido en publicar novelas cortas, comedias y entremeses.

¡Qué ocasión para un desaprensivo! Y el tal de Avellaneda, o el que firmaba con ese nombre, decide aprovechar el gran filón.

                                                                                     CONTINUARÁ......

Para el Grupo de Lectura del Quijote coordinado por el Profesor Pedro Ojeda Escudero desde La Acequia

sábado, 10 de julio de 2010

Cap. 2. 57 DESPEDIDA DEL CASTILLO DE LOS DUQUES Y..., “A LA RECHERCHE DE LA LIGÁ PERDU”.

Tal vez las ligas de Altisidora fueran de encajes como la que se muestra en la imagen. Sancho dijo
a mí que me registren que las ligas no las tengo.


CAP 2.57

Con la venia de los duques, se encontraba don Quijote en la plaza del castillo, armado y acompañado de Sancho, presto a fatigar el camino a Zaragoza. Pero se torció un tanto la despedida por la aparición de la desvergonzada y atrevida Altisidora.

La doncella acusa a don Quijote, no sólo de hurtarle mil suspiros, sino además también de robarle tres tocadores y unas ligas. Faltó el canto de un pelo para que entrara don Quijote en combate con el duque; retado por éste, y acusado de latrocinio de las prendas menores de la doncella Altisidora. Don Quijote dijo al duque que de ninguna manera aceptaría el reto, él le debía agradecimiento eterno por todas las mercedes recibidas durante su estancia en el castillo.

Preguntado Sancho por don Quijote que si algo sabía de aquella pérdida de trapillos, tuvo que admitir el escudero que los tocadores de dormir se había apropiado indebidamente de ellos, porque el cauce normal para obtenerlos hubiese sido haberlos pedido cortésmente a la doncella, argumentándole que los necesitaba para recogerse el pelo a la hora de dormir, pues en todas las semanas que llevaba bajo el techo de los duques no había acudido al peluquero; y aquello ya no eran pelos sino greñas al estilo hippy. Ahora, de las ligas,  sí es verdad que él no sabe nada, que aunque greñudo, muy seguro de su virilidad, ni se le había pasado nunca por la cabeza convertirse en Drag Queen.

Altisidora, de magnánimo nombre,  pero despechada por amor -según su falsa representación-, enhebra una serie de insultos hacia don Quijote en un inesperado romance que recita de memoria delante de todos los circunstantes. Hasta la duquesa quedó boquiabierta de lo atrevida y lenguaraz de su doncella. Entre otras lindezas Altisidora acusa a don Quijote de rehuirla como a una serpiente fiera, ella que es corderilla y está lejos de ser oveja (o sea, tierna para hincarle el diente). En una estrofa muy graciosa y conseguida lo acusa del hurto antes mencionado: “Llévaste tres tocadores/ y unas ligas de unas piernas/ que al mármol puro se igualan/ en lisas, blancas y negras”. Finalmente le espeta unos esputos linguísticos en este romance, unas maldiciones que no se le desean ni al peor enemigo: como que nunca se produzca el desencanto de Dulcinea; que sus aventuras en desventuras se vuelvan; que pierda en el juego de naipes; y, finalmente, que padeciera varios sufrimientos físicos si al callista o dentista visitara, el uno que le apurase el callo hasta sangrar; el sacamuelas que le dejara los raigones sin extraer.

Para concluir, y no para rebajar precisamente el tono de la burla, Altisidora reconoce que se ha precipitado en la acusación del robo de las ligas, y que se acaba de percatar de que las tiene puestas (no sé por qué esta expresión crea una imagen mental en el lector masculino, en torno al blancor de las piernas portaligas, y sobre la altura en las que pudieran estar insertadas. Y es que este Cervantes después de todo es un viejo verde: la mente nunca se jubila).

Arreglado y esclarecido el asunto de las prendas accesorias, saluda don Quijote, bajando la cabeza, a los duques y circunstantes, seguido de Sancho, y toma el camino de Zaragoza.

Para el grupo de lectura del Quijote en La Acequia

ÑIÑA QUE HABLÓ ANTE LA O.N.U.