Foto secuestrada a José Manuel "Firvulag". Aqui posamos todos con la panza llena y los mofletes coloraos...
Aquí se ve a un buen puñado de los asistentes a la comida quijotesca. Un servidor no sale en la foto porque está con la cámara en ristre, cosa lógica. Fuimos 22+1 (el 1 fui yo que no comí olla podrida por prescripción médica; excusas..., mi menda que quería mirindar solomillo de ternera)
... Continuación de entrada anterior
Enlaces en azul, bleu o azur (se puede escuchar mientras se lee).
Constaté que la conducción de Pablo (Clic Cornelivs) no tornaría a paso de tortuga por más que yo le incordiara, por lo que asumí mi papel de acompañante sufridor, relajando con ello mi motobomba coronaria y el ambiente general. Después de recorrer el norte de la provincia de Jaén, nos adentramos en el desfiladero de Despeñaperros (terrorífico nombre,¿alguna vez despeñarían a algún canino por aquí?) Cuando ultimamos el estrecho paso, famoso antaño por ser refugio de bandoleros, avistamos tierras de La Mancha (no me apetece precederle de “Castilla”: no lo dice El Quijote), como nunca nos la describió Cervantes: cubierta de nieve. Don Quijote y Sancho se lo perdieron, por no haber hecho salida en Diciembre. También sería engorroso para ellos tener que acarrear abultados hatos ahítos de ropa de invierno con la que abrigar a nuestra graciosa pareja. Ellos, ligeros de ropa, por si había que aligerar vientre bajo algún chaparro.
Cruzamos toda La Mancha cubierta por un albo manto de nieve. No vimos ningún conejo corriendo por sus llanuras. Apenas si se percibían las viñas que producen el endeble vino manchego, por estar cubiertas con una blanca sábana. Se me vino a la cabeza la evidente reflexión consistente en que, si aquellos parajes estaban nevados, de Madrid para arriba, los recios castellanos, seguro que no estarían tomando el sol en las terrazas. Y acerté: no había ni un grajo en las calles; sí vimos unas bandas de negros estorninos. Tienen que ser duros estos bichos.
Así estuvo la carretera desde Despeñaperros hasta Burgos. Pero mi buen piloto Cornelivs supo sortearla cual Fernando Alonso.
En el comedor, junto a nuestro entrañable profesor Pedro Ojeda. Me llamó la atención lo campechano y simpático que es; porque lo de gran erudito ya lo sabíamos: se queda uno embelesado escuchándolo.
Anduvimos la meseta castellana, también toda nevada. Yo, ya no hablaba a Pablo, sólo cerraba los ojos cuando venía alguna curva; o cuando nos acercábamos a las máquinas quitanieves y esparcesales.
-AY! ¿Queda mucho Pablo? Anduvimos la meseta castellana, también toda nevada. Yo, ya no hablaba a Pablo, sólo cerraba los ojos cuando venía alguna curva; o cuando nos acercábamos a las máquinas quitanieves y esparcesales.
-Nooo, una horilla
- ¡Para Pablo!, que voy a fotografiar ese almiar de paja; ¡qué peaso de almiar!, contendrá varios trailers de paja. Si lo vieran las cabras de mis cabreros se le haría la boca agua; están cansadas de comer hojas de olivo.
Llegamos a las tres del mediodía al Hotel Corona de Castilla, en todo el centro de Burgos. Junto al Parque del Espolón (éstos se enteraron del nombre de una revista que se edita, o editaba..., por aquí y le copiaron el nombre; fijo). Por allí justito pasa el Río Alarzón, que estaba casi congelado: un torrentillo de agua se abría paso entre unas dunas de nieve. Desde su puente se ven la agujas de la Catedral como gigantes imponentes (que es la de Burgos, no cualquier cosa).
Practicamos algo de patinaje sobre hielo por aquellas calles burgalesas, que no me parecieron muy transitadas de gente. No, me dio la impresión de que la ciudad es tranquila, no como Córdoba v.gr.
El sábado nos acomodamos en los coches disponibles y pusimos rumbo hacia Ibeas de Juarros, que se encuentra a unos dies Km; donde nos esperaba la famosa olla podrida que Sancho se relamiera en la bodas de Camacho:espumas de gallina -que también, creo, que sirvieron en las de Camacho- no vi.
A los postres leí un comunicado de mi buen amigo Manolo Tuccitano, quien no pudo asistir a este encuentro. Rezumaba su escrito (casi dos folios: ¡Manolo, con lo mal que yo leo! que tengo lengua de trapo) tanto sentimiento y humanidad que poco me faltó para que me fallara la garganta; uno que se emociona. Cuando acabé la lectura el comedor con sus 23 comensales dentro explotó con un fervoroso aplauso: nos llegaron al corazón las palabras de Manolo.
No me canso de hablar y pensar sobre la calidad humana de todos los asistentes. Vuelve uno a su casa pletórico de felicidad. La gente que le rodean a uno no aciertan a comprender el estado cuasi místico en que uno se encuentra. Y es que es demasiéeee pal cuerpo..., y pa l´arma.
Nota revulsiva:
Hay un montón de detalles y anécdotas, fruto de este viaje, que ahora no tengo tiempo de contar. Pero creo que lo más maravilloso de todo, que es el factor humano de toda la troupe, está dicho.
Comida que pertenece a la Red de Comidas Literarias que desde su blog La Acequia coordina el Profesor Pedro Ojeda Escudero.
Llegamos a las tres del mediodía al Hotel Corona de Castilla, en todo el centro de Burgos. Junto al Parque del Espolón (éstos se enteraron del nombre de una revista que se edita, o editaba..., por aquí y le copiaron el nombre; fijo). Por allí justito pasa el Río Alarzón, que estaba casi congelado: un torrentillo de agua se abría paso entre unas dunas de nieve. Desde su puente se ven la agujas de la Catedral como gigantes imponentes (que es la de Burgos, no cualquier cosa).
Practicamos algo de patinaje sobre hielo por aquellas calles burgalesas, que no me parecieron muy transitadas de gente. No, me dio la impresión de que la ciudad es tranquila, no como Córdoba v.gr.
El sábado nos acomodamos en los coches disponibles y pusimos rumbo hacia Ibeas de Juarros, que se encuentra a unos dies Km; donde nos esperaba la famosa olla podrida que Sancho se relamiera en la bodas de Camacho:espumas de gallina -que también, creo, que sirvieron en las de Camacho- no vi.
A los postres leí un comunicado de mi buen amigo Manolo Tuccitano, quien no pudo asistir a este encuentro. Rezumaba su escrito (casi dos folios: ¡Manolo, con lo mal que yo leo! que tengo lengua de trapo) tanto sentimiento y humanidad que poco me faltó para que me fallara la garganta; uno que se emociona. Cuando acabé la lectura el comedor con sus 23 comensales dentro explotó con un fervoroso aplauso: nos llegaron al corazón las palabras de Manolo.
No me canso de hablar y pensar sobre la calidad humana de todos los asistentes. Vuelve uno a su casa pletórico de felicidad. La gente que le rodean a uno no aciertan a comprender el estado cuasi místico en que uno se encuentra. Y es que es demasiéeee pal cuerpo..., y pa l´arma.
Nota revulsiva:
Hay un montón de detalles y anécdotas, fruto de este viaje, que ahora no tengo tiempo de contar. Pero creo que lo más maravilloso de todo, que es el factor humano de toda la troupe, está dicho.
Comida que pertenece a la Red de Comidas Literarias que desde su blog La Acequia coordina el Profesor Pedro Ojeda Escudero.