sábado, 26 de junio de 2010

CAP. 2.55 UNA SIMA POBRE, A MEDIDA DE UN ESCUDERO.

Amigos, ya sabéis que soy bastante malo para encontrar imágenes idóneas al capítulo. Pero no me resigno a mi mala suerte y, para compensarlo, echo la imaginación a volar. Un supuesto Sancho en el purgatorio con la dama que antecede hubiera renunciado a la mediación de don Quijote. El cartel anuncia una PELÍCULA basada en unos relatos de Juan Rulfo.

Se entretuvo Sancho de cháchara con Ricote hasta que se le hizo de noche. Sólo le restaba media legua para llegar al castillo de los duques, pero como de noche todos los gatos son negros, se extravió el otrora gobernador de Barataria y fue a parar a las ruinas de unos edificios, con tan mala suerte que cayó a una sima que en aquel suelo la boca abría: primero lo hizo el rucio,  panza arriba; después Sancho, en blandito, cual colchoneta de bomberos recoge-suicidas, que era el abdomen de su rucio.

Se lamentaba Sancho de su mala suerte: apenas hacía dos días que había sido un gerifalte mandamás de una ínsula con litoral de secano; y  ahora, el destino le depara una muerte lenta y fresquita junto a su amado burro (peor estaría al sol, ahora, a las 17 horas de este sábado con “la caló que ase” en Vandalia, con un ventilador que me refresca la despejada frente –excepto de moscas- donde en antaño luciera rubio flequilo: las cosas del directo). Alguien encontraría, con el tiempo, su “noble calavera” – pero no la besaría, como la de Ramón Sijé- y la de su rucio, con los huesos “mondos y raídos”,  aunque lo reconocerían, eso seguro, junto a su rucio no podría ser otro que el Gran Sancho, sin par escudero de don Quijote de la Mancha. La humanidad le recordaría eternamente, incluso es posible que le erigieran una estatua ecuestre Sancho-borriquil, por entre la plaza de las ruinas adyacentes, convertidas en florido parque en su memoria.

Palpó Sancho las paredes de la sima, por ver si encontraba asideros para poder escalarla, pero la encontró lisa y suave como si la hubiesen enjabonado. Inició tertulia con su rucio (más bien monólogo cual Hamlet, sobre la fugacidad de la vida y algunas consideraciones existencialistas que Camus, con el tiempo, tuvo en cuenta):” ¡miserables de nosotros, que no ha querido nuestra corta suerte que muriésemos en nuestra patria y entre los nuestros, donde ya que no hallara remedio nuestra desgracia, no faltara quien dello se doliera, y en la hora última de nuestro pasamiento nos cerrara los ojos! ¡Oh compañero y amigo mío, qué mal pago te he dado de tus buenos servicios! Perdóname y pide a la fortuna, en el mejor modo que supieres, que nos saque deste miserable trabajo en que estamos puestos los dos; que yo prometo de ponerte una corona de laurel en la cabeza, que no parezcas sino un laureado poeta, y de darte los piensos doblados.” (Espero que Sancho se acuerde de mi menda a la hora de adquirir el pienso  para el burro). Curiosa imagen la del rucio coronado de laurel. A Sancho tampoco le quedaría mal otra corona, y quedaría muy bien una representación teatral Hamletiana con el burro como interlocutor.

Al amanecer del día siguiente, tuvo el destino a bien que don Quijote saliera a hacer footing por la zona donde estaba la cueva con Sancho y el rucio fagocitados en su interior. Llegaron a oídos de don Quijote algunos de los gritos que Sancho profería pidiendo auxilio, y el atlético hidalgo reconoció la voz de Sancho, pensando fuese la voz de ultratumba de su amado escudero pidiéndole lo rescatase del purgatorio en que se encontraba. Don Quijote, instantáneamente, modificó su constitución caballeril, para poder socorrer también a los menesterosos muertos,  sin necesidad de solicitar la venia del Tribunal Constitucional, donde languidecen, en el infinito del tiempo, la mayoría de los recursos y contrapleitos: “-Don Quijote soy -replicó don Quijote-, el que profeso socorrer y ayudar en sus necesidades a los vivos y a los muertos.”. Le prometió don Quijote a Sancho que, con la garantía de su hacienda, lo sacaría del purgatorio. Seguro que podría pagarle cientos de misas al cura de turno para poder negociar directamente con el Altísimo la compra de la libertad de Sancho. Y, si el Masca no se encontrara disponible, siempre podría hacerlo con el más asequible Primer Ministro, San Pedro (con dinero se compran, hasta las parcelas con mejores vistas del Cielo).

El rebuzno del rucio despierta a don Quijote de sus ensoñaciones, los burros no van al más allá: por lo tanto, éstos, deben de estar en el más acá. Reacciona don Quijote y, raudo y veloz, se dirige al castillo del duque en busca de sogas y personal abundante para elevar a los que en el subsuelo de miedo tiritan. Un estudiante que participa en el rescate, al ver salir a Sancho a la luz dice: “-Desta manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos gobernadores, como sale este pecador del profundo del abismo: muerto de hambre, descolorido, y sin blanca, a lo que yo creo.” (Seguro que el reparto de la riqueza en el mundo sería más equitativa: pero ningún gobernante va a reconocer que es malo, aunque la mayoría lo son).

Una vez ya Sancho en presencia de los duques, les presenta su dimisión irrevocable como gobernador de la Ínsula Barataria, y añade: “ayer de mañana dejé la ínsula como la hallé: con las mismas calles, casas y tejados que tenía cuando entré en ella” (aplíquense el cuento los gobernantes de turno: a falta de poder mejorar lo encontrado, déjese como se encontró, arcas incluidas).

Revulsiva Nota:

Este canículo comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia dirige el Profesor Pedro Ojeda Escudero.

Fin del comentario: el mismo día más arriba citado, a las 20:30 horas; pensando ya en refrescar el gaznate y consumir algunos bicornudos gasterópodos.

Saludos revulsivos

sábado, 19 de junio de 2010

COMENTARIO AL CAP 2.54 DE DON QUIJOTE


Venía Sancho a lomos de su rucio en busca del castillo de los duques para reencontrarse con don Quijote, pues es lo que más deseaba tras el reciente reencuentro con su rucio: veremos a ver si al hidalgo manchego le abraza Sancho del cuello y le besa la frente con el mismo cariño que a su jumento

Ya vimos en el cap anterior cómo n don Quijote prometió a la dueña Rodríguez que obligaría con la fuerza de su brazo al joven secuestra-inocencias para que cumpliese la palabra de matrimonio dada a su “ingenua” hija. Pero he aquí, que el joven labriego, cuando se enteró de que don Quijote le retaba a singular duelo, huyó a Flandes; y no porque le desagradara la joven “facilona”, sino porque le tenía pánico a la futura suegra: “puesto que el mozo estaba en Flandes, adonde se había ido huyendo, por no tener por suegra a doña Rodríguez” (¡Hay que ver el susto que se le tiene a la suegra!, yo más le temo a la hija….). Enterados los duques de la precipitada fuga del mozo, buscaron un sustituto para que se batiera con don Quijote: de ninguna manera pensaban ellos renunciar a tan extraordinario espectáculo.

Mientras estos asuntos se maquinaban, venía Sancho a lomos de su rucio en busca del castillo de los duques para reencontrarse con don Quijote, pues es lo que más deseaba tras el reencuentro con su rucio: veremos a ver si al hidalgo manchego le abraza Sancho del cuello y le besa la frente con el mismo cariño que a su jumento (hubo un tiempo… en el cual…,en la España profunda..., los rústicos tuvieron un cariño especial por las jumentas).

Coincide Sancho por el camino con media docena de peregrinos los cuales iban cantando en un raro lenguaje. Se dirigen al ya pretérito gobernador, éste piensa que le piden limosna, pues los peregrinos tienen fama de pedigüeños; Sancho les ofrece su mayor tesoro después del rucio, “el papeo” que le dieran sus falsos exinsulanos, el medio pan y el medio queso. Los peregrinos parece que no tienen hambre, de todas formas  agradecen a Sancho el detalle-penitencia. Es que este Sancho nuestro es un dechado de virtudes: constantemente demuestra su desprendimiento, sencillez y humanidad (¡Es más güeno…!).

Uno de los peregrinos quedó admirado de la fisonomía de Sancho:” habiéndole estado mirando uno dellos con mucha atención, arremetió a él, echándole los brazos por la cintura; en voz alta y muy castellana, dijo: -¡Válame Dios! ¿Qué es lo que veo? ¿Es posible que tengo en mis brazos al mi caro amigo, al mi buen vecino Sancho Panza? Sí tengo, sin duda, porque yo ni duermo, ni estoy ahora borracho”.

Sancho miró de arriba abajo al que aseguraba ser su vecino, pero no le reconocía; el peregrino insistió de nuevo: “-¿Cómo, y es posible, Sancho Panza hermano, que no conoces a tu vecino Ricote el morisco, tendero de tu lugar?” Vuelve Sancho a mirar con más detalle a aquel personaje, y ahora ya sí le reconoció, aunque no sin cierta dificultad por los estrafalarios ropajes que el tal fulano vestía: ” -¿Quién diablos te había de conocer, Ricote, en ese traje de moharracho que traes? Dime: ¿quién te ha hecho franchote, y cómo tienes atrevimiento de volver a España, donde si te cogen y conocen tendrás harta mala ventura?” Ricote, quien hacía honor a su nombre (escondía, incluso un tesoro), al contrario que Sancho,  que  sería “pobrote” o “pobrete” en bienes materiales, aunque no d´espíritu de lo que sí es bastante rico (lástima que de esto no se coma). Ricote, rico comerciante morisco, tuvo que coger las maletas y poner pies en polvorosa a causa de los edictos de expulsión de los moriscos que el rey de España promulgó poco tiempo antes de que Cervantes escribiera el capítulo que nos ocupa. Hechos reales son los que se narran; historia reciente de las dos primeras décadas del S.XVII: “novela histórica” la llamamos con la perspectiva del tiempo trascurrido; crónica de sociedad o actualidad en el momento en que Cervantes la escribió.

Ricote volvió para recuperar un tesoro que dejó enterrado en el momento de su apresurada fuga, ofreciendo a Sancho una buena cantidad de dineros para que le ayudara a exhumar el tesoro. Nuestro Sancho no acepta el dinero, ni mucho ni poco, arguyendo que él no es nada codicioso, y que va con prisa en busca de su amo.

Es curioso como Ricote, por la pluma de Cervantes, declara estar de acuerdo con el edicto de expulsión de los suyos, alabanzas incluidas al rey de España. Los motivos: por lo visto la gran cantidad de maleantes que entre los moriscos había; la ayuda que prestaban a los enemigos de la patria como los piratas argelinos para secuestrar embarcaciones españolas y, parece ser que eran muy ahorradores, con la consiguiente falta de inversión y tributación a las arcas del Estado

Revulsiva Nota:

Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia dirige nuestro incansable  profesor Pedro Ojeda Escudero.

Espero ponerme al día en mi regimen de visitas. Me disculpen y me tengan un poco de la "pasencia", "el currante autónomo tiene que currar a destajo  y aventar, como el "segaor", cuando corre aire: estos días se levantó una brisa suave; espero que no se convierta en huracán.

Abrasos revulsivos

sábado, 12 de junio de 2010

COMENTARIO AL CAPÍTULO 2.53 DE DON QUIJOTE

           Sancho acordonado entre dos grandes escudos: cual galápago luchador.

Cide Hamete, “filósofo mahomético” y escritor supuesto de esta verdadera historia, nos narra metafísica y humanamente lo que, desde en un principio, en el epígrafe de este sin par capítulo se nos advierte: “Del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza”. Fugaz (y, sobre todo, muy frugal en las comidas), como la vida misma, fue el mandato -de tan solo una semana- de Sancho en la Ínsula. Reflexiona cervantes sobre esta insolidaridad de la vida para con los que la vivimos, y no encontrando consuelo o columna donde agarrarse, alarga la imaginación hasta el más allá; ya estaba viejuno el hombre cuando esto escribía, quizás por ello se agarra a un clavo ardiendo, que es arriesgar e invertir en una parcela de una improbable vida futura: “la ligereza e instabilidad de la vida presente, y de la duración de la eterna que se espera”. Valga el gobierno de Sancho para que sirva de comparación a este pensamiento.

Los fingidos súbditos de Sancho en la isla, maquinan una estratagema para que, después de ella, el escudero reconvertido en gobernador, ponga los pies en polvorosa. Mucho tiempo soportaba ya Sancho las vilezas de sus insulanos y aunque ellos y sus amos los duques se lo pasaban en grande, pensaron finalmente en largarlo del ducado con la broma más cruel posible. Si don Quijote pensaba, en el capítulo anterior, que era menester ya marcharse de aquel castillo –por la vida ociosa decía él-, ahora será Sancho el que quiera huir de las garras de los duques y su camarilla de bellacos. Ha de sufrir aún para ello, Sancho: “a despecho y pesar de la hambre, le comenzaba a cerrar los párpados, oyó tan gran ruido de campanas y de voces, que no parecía sino que toda la ínsula se hundía. Sentóse en la cama, y estuvo atento y escuchando, por ver si daba en la cuenta de lo que podía ser la causa de tan grande alboroto; pero no sólo no lo supo, pero, añadiéndose al ruido de voces y campanas el de infinitas trompetas y atambores, quedó más confuso y lleno de temor y espanto”

Eran sus “amados” súbditos que fingían un brutal asalto a la ínsula por parte de un ejército enemigo. Le piden que tome las armas y los lidere en la defensa del imperio insular. Sancho quiere escurrir el bulto y recurre a don Quijote y su sabiduría en el campo de batalla, pero los suyos no le dejan respirar: “Y al momento le trujeron dos paveses, que venían proveídos dellos, y le pusieron encima de la camisa, sin dejarle tomar otro vestido, un pavés delante y otro detrás, y, por unas concavidades que traían hechas, le sacaron los brazos, y le liaron muy bien con unos cordeles, de modo que quedó emparedado y entablado, derecho como un huso, sin poder doblar las rodillas ni menearse un solo paso. Pusiéronle en las manos una lanza, a la cual se arrimó para poder tenerse en pie”.

Sancho quedó como una tortuga en su caparazón, sólo podía meter y sacar la cabeza. Apagaron la luz y empujaron a Sancho, dando de narices en el suelo. Posteriormente simulan el ruido de un gran fragor de batalla. Pisotean a Sancho y le dan de palos y cuchilladas en sus escudos: “que si él no se recogiera y encogiera, metiendo la cabeza entre los paveses, lo pasara muy mal el pobre gobernador, el cual, en aquella estrecheza recogido, sudaba y trasudaba, y de todo corazón se encomendaba a Dios que de aquel peligro le sacase.”

Finalmente, sus vasallos gritan victoria, poniendo fin a la farsa falsa contienda. Desatan al Sancho resudado de los paveses y le ofrecen lo que el enemigo abandonó en su huída. Pero él no pide más que un poco de vino y ver a su rucio. Las dos cosas le traen. Primero bebe el vino y posteriormente –y no por estar borracho- abraza a su rucio y lo besa en la frente (¡esto sí es amor verdadero, no el de sus lacayos!):” Venid vos acá, compañero mío y amigo mío, y conllevador de mis trabajos y miserias: cuando yo me avenía con vos y no tenía otros pensamientos que los que me daban los cuidados de remendar vuestros aparejos y de sustentar vuestro corpezuelo, dichosas eran mis horas, mis días y mis años; pero, después que os dejé y me subí sobre las torres de la ambición y de la soberbia, se me han entrado por el alma adentro mil miserias, mil trabajos y cuatro mil desasosiegos.” (No es menor esta prosa poética, que declama Sancho a su rucio, que la que escribiera el poeta de Moguer a Platero) 

Sancho quiere presentar su dimisión irrevocable al gobierno de la isla, ha de hacerlo ante los duques. El Dr. Pedro Recio quiere disuadirle, le promete más comida en adelante y menos juicios. Ya es tarde, Sancho quiere abandonar aquel territorio rápidamente y reunirse con don Quijote.

Sancho se despide de sus insulanos abrazándoles con lágrimas en los ojos. ¡Qué gran persona es Sancho!.

Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia coordina el activo profesor Pedro Ojeda Escudero.

Nota Revulsiva:

Definitivamnte El Quijote es terapéutico. Hace dos horas que he iniciado la escritura de este comentario con dolor de cabeza. Ahora que lo concluyo y está presto a publicar,  la cabeza está despejada y lista para ingerir más cerveza -sin alcohol- y una cazuela de caracoles.

sábado, 5 de junio de 2010

CAP 2.52 DE DON QUIJOTE



LA HISTORIA DE UNA IRREPARABLE PÉRDIDA.


Una vez ya curado don Quijote de los “aruños” que le ocasionó el “misifú” indómito (que acariciara su cara y degustara la textura de su nariz), empezó nuestro valeroso caballero a escuchar los gritos que la voz de su conciencia le proferían, y que le ordenaban dejar aquella vida ociosa, contraria a los cánones de la Andante Caballería.

No pasaron muchos segundos, cuando el grito de la conciencia de don Quijote fue sustituido por otro grito menos etéreo que con forma de llantos y gemidos expiraba una enlutada dama. Dama acompañada de otra más joven, asimismo émula de Gregorio Samsa (vamos…, vestida también de negra cucaracha…, o luto). La mayor, que era la madre de la más joven, se enamoró repentinamente del calzado de don Quijote (si por señal de enamoramiento entendemos acercar los labios y la boca a algún sitio, aunque sea a un pollo frito), según se tiró de bruces sobre las piernas del hidalgo: “y la una dellas, llegándose a don Quijote, se le echó a los pies tendida de largo a largo, la boca cosida con los pies de don Quijote, y daba unos gemidos tan tristes, tan profundos y tan dolorosos, que puso en confusión a todos los que la oían y miraban”.

Resultó ser la dueña doña Rodríguez (en adelante: la Rodri) pidiendo clemencia y justicia a don Quijote para su mancillada aunque díscola hija: la cual perdió su más “íntimo y preciado tesoro” a causa de las promesas, las cuales resultaron ser falsas, de matrimonio que un rico labrador le había hecho. Y como ya no era posible resarcir a la “niña” de dicho hurto (porque esto son elementos para un solo uso), tornando a su lugar lo que un día hubo, a las bravas pedía la Rodri a don Quijote, obligase al heredero terrateniente a apechugar con la palabra prometida a la moza.

De todas formas, parece ser que la niña no se hizo mucho de rogar y ofreció “el trofeo” sin que el “maromo” tuviera que esforzarse mucho en el cortejo. Son varias las ocasiones en que vemos cómo pincela Cervantes la frágil idiosincrasia de la chica:

1.- Apresuramiento en consumir el bocado:
 a) “desafiásedes a este rústico indómito, y le hiciésedes que se casase con mi hija, en cumplimiento de la palabra que le dio de ser su esposo, antes y primero que yogase con ella”
b) “le desafío y repto, en razón de que hizo mal en defraudar a esta pobre, que fue doncella y ya por su culpa no lo es”

2.- Presunta ingenuidad de la joven: “tomo a mi cargo el remedio de vuestra hija, a la cual le hubiera estado mejor no haber sido tan fácil en creer promesas de enamorados”.

3.- Vicio adquirido, no heredado de madre: “Pero, ante todas cosas, es menester que esta buena dueña y esta mala doncella pongan el derecho de su justicia en manos del señor don Quijote;”

4.- Caminar junto a malas compañías:” y así, les dieron cuarto aparte y las sirvieron como a forasteras, no sin espanto de las demás criadas, que no sabían en qué había de parar la sandez y desenvoltura de doña Rodríguez y de su malandante hija."

Si después de todo, por poco si es al que chico al que hubiera que indemnizar.

Este comentario pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia dirige nuestro malabarista profesor Pedro Ojeda Escudero

Revulsiva Nota:

Todo el capítulo está de rechupete. Me hubiese gustado destacar algunos conceptos de la carta de Teresa a Sancho (con la venia de don Quijote), como la puesta al día (vía “cotilleo”: deporte nacional, esto por lo que se ve es eterno) de la vida social del pueblo.

Como tema aparte, decir que si a alguien no le ha llegado El Espolón que levante la mano. Y si alguien más quiere que se lo remita que me deje domicilio postal: de momento es gratis jajaja, no sé por cuanto tiempo más.

ÑIÑA QUE HABLÓ ANTE LA O.N.U.