sábado, 1 de noviembre de 2008

DE LA VIRTUD Y CONVENIENCIA DE REIRSE DE UNOS MISMO

DE LA VIRTUD (Y CONVENIENCIA) DE REIRSE DE UNO MISMO

Unamuno elogió la virtud de reirse de uno mismo y aconsejó que: “todos deberíamos aprender a ponernos en ridículo ante los demás”. Para ilustrar esta idea utilizó la siguiente anécdota: “Murió D. Quijote y bajó a los infiernos, y entró en ellos lanza en ristre, y libertó a todos los condenados, como a los galeotes. Cerró sus puertas y quitando de ellas el rótulo que allí viera el Dante – Abandona todas tus ilusiones – puso el que decía: !Viva la esperanza!, y escoltado por los libertados , que de él se reían , se fue al cielo” ( Luís Rojas Marcos en “La fuerza del optimismo” Pág.44 )


Los hechos que paso a detallar a continuación, sucedieron el verano de este año 2007, al que ya apuramos el último sorbo, hoy es día 30. Me encontraba con mi mujer y mi chico de nueve años, sentado junto a una mesa en la terraza del popular Bar El Cortijero, de nuestro pueblo: Priego de Córdoba. Doy fe (si aun queda alguien que me crea) de que los acontecimientos sucedieron tal y como paso a relatar:

Algunos de los últimos rayos, del sol que nos había abrasado ese día, resplandecían al estrellarse contra los vidrios que colonizaban nuestra mesa. Algunos platos se habrían paso, con su subyugante aroma, por entre vasos y botellas. La terraza del bar estaba repleta de mesas a las que había acudido una multitud de gente. Nuestra mesa se encontraba situada justo al borde del acerado, a un palmo de la calzada, donde una hilera de coches descansaban aparcados. La calle era muy inclinada y estrecha, de forma, que cuando dos coches se cruzaban, el que bajaba no tenía más remedio que circular montado por la acera para poder cruzar frente al otro sin rozarle.








Desde nuestro asiento escuchábamos el griterío que una multitud, casi enloquecida, profería dentro del abarrotado bar. Daban por televisión un partido de fútbol. Este hecho provocaba en los presentes un exacerbado jubileo, próximo al paroxismo. Todo el barrio estaba inundado de esa endiablada vorágine decibélica .
Nosotros, tranquilos en nuestra mesa, cuando ya el cristal poco a poco dejaba de brillar por aquellos rezagados haces de luz solar, atendíamos nuestro mínimos negocios que consistían en deglutir aquellos caprichos culinarios que nos habíamos regalado.
De pronto observamos como, el coche que había estado reposando a nuestro lado, inicia unos extraños movimientos, una inesperada “danza del vientre”. Meneando arrítmicamente su abultada cintura metálica, pero sin despegar sus pies-neumáticos del suelo.
En vano intentaba la conductora movilizar aquel cacharro. Todos sus esfuerzos resultaron inútiles. La fuerte pendiente que tiene la calle y la escasa distancia que separaba su coche con el de abajo, le hacían imposible, a aquella desgraciada mujer, salir de aquel atolladero.
Las gentes que ocupábamos las mesas de la terraza, nos quedamos contemplando aquella triste escena, sin saber o querer (más bien) reaccinar. Nadie movía un dedo por socorrer, a una mujer, que era incapaz de retirar su coche de aquel aparcamiento.
Una vez tras otra, la señora, intentaba ejecutar la maniobra de dar marcha atrás, ayudándose del freno de mano, para evitar embestir al de delante, pero al final siempre se le calaba. La mujer sudaba copiosamente.
Algunos salieron del bar para ver el espectáculo, todos ya murmuraban, algunos no podían evitar la risa, casi, o sin casi, se mofaban.
La conductora, envuelta por un ciclón de nervios, limpiaba el sudor de su frente y miraba con sus tristes ojos, a los espectadores de su inesperado circo.
Yo era uno de aquellos espectadores. Y llegó un momento en que no pude soportar más aquella humillante escena, la desesperación de aquella desvalida persona quién nos estaba suplicando sin abrir la boca (pero a gritos) que la socorriéramos.
Me levanto de la silla, me aproximo a su ventanilla y le digo - ¿me permite que le ayude?
-por favor, no puedo sacar el coche de aquí.
Me siento al volante , tanteo la posición y dureza de los pedales. Observo en el cabezal de la palanca de cambio la posición a poner para cada marcha. Para meter la marcha atrás hay que aproximar la palanca al asiento del conductor y empujarla hacia delante, memorizo. No conforme con esta información pregunto a la señora: la marcha atrás es pegada a mi y hacia delante ¿no?. –Sí, sí, contestó temblorosa ella.
Con total seguridad y decisión paso a comenzar aquella “hazaña. Mi currículum de conductor es muy dilatado en el tiempo y de gran variedad de automóviles. Soy todo un genio en el arte de la conducción(amigo Sancho, se diría), una máxima autoridad .

Empujo el embrague a fondo, meto la marcha atrás, para no dejar margen al error cojo el freno de mano con la derecha. A continuación, al igual que cualquier buen conductor hubiese hecho: fui levantando el pie del embrague despacito, al mismo tiempo que voy empujando suavemente el acelerador. El coche quiere ponerse en movimiento, noto ya su pequeña sacudida, entonces ¡PISO FUERTE EL ACELERADOR!, ¡BAJO EL FRENO DE MANO! Y………… ¡BUUMMMBAAA! ¡CRAAACCCSSS CATACRAAASSS!
Los faros delanteros del Audi A4 blanco ¡REVENTADOS!, ¡NOOOOOOO!
La catástrofe se ha consumado. El llanto de la señora es un incesante grito ¡MI COCHE NUEVO! ¡ MI COCHE NUEVO!, ¡MI MARIDO ME MATA!, ¡ME MATA!
Yo intentaba calmarla, pero que va, era tontería.
El fútbol dejó de interesarle a la masa de gente que hubo dentro del bar; en tropel todos acuden a ver el estropicio. NO PUSE MARCHA ATRÁS, PUSE PRIMERA.
¿Por qué nadie me avisó?—Señora usted me dijo que la marcha estaba bien puesta, ¡por favor señora no llore!. Toda aquella gente me miraban con ojos acusadores: ¡cómo se puede ser tan torpe! Pensaban y decían.
¿Por qué el Real Madrid no metía ahora un gol?, ¿por qué no dejaban de reir toda aquella gente?. Mi amago de generosidad se convirtió en desgracia. Hice el más grande de los ridículos. –Señora no llore, no llore, con el seguro de mi coche costearemos los desperfectos. A lo que ella contestaba –¡MIS FAROS! ¡MI COCHE NUEVO! ¡MI MARIDO ME MATA!

Mi señora que había permanecido callada hasta ese momento, tampoco se pudo reprimir: ¡ERES TONTO! ¡TÚ POR QUÉ VAS A DONDE NO TE LLAMAN!

¡QUÉ VERGÜENZA! ¡QUÉ RIDÍCULO MÁS GRANDE! ¿DÓNDE ME ESCONDO?

5 comentarios:

Antonio Aguilera dijo...

Parece ser que hay cierto problema para encontrar el blog de La Pandilla, llamado Espolòn.
Como es reciente, el buscador nos muestra otros destinos, pero no el de:
http://espoloneando.blogspot.com/.
Se puede buscar escribiendo este domicilio en el buscador de arriba del todo.
Espero que se resuelva la cosa

María José dijo...

Antonio:
¿Eso ocurrió en el 2007 o en el 2008?
Moraleja: Seas hombre o mujer, aparca tu coche solo de donde lo puedas volver a sacar sin dificultad ni riesgo.

Un saludo.

Steki dijo...

Hola Antonio querido, tanto tiempooooooooooo!
Me he matado de la risa, juaaaaaaaa!!!!
Yo soy igual de torpe que tú y hace rato que me río de mí misma!
Es más, ya les tengo dicho a mis hijos que cuando yo me muera no lloren sino que se rían todos recordando mis torpezas y mis metidas de pata, jaja.
Te dejo un fuerte abrazo desde el sur.
BACI, STEKI.

El Gaucho Santillán dijo...

Antonio, veo que no eres Fangio, precisamente. Bueno, veo si esa direcciòn es buena.

Saludos

SANTIAGO LIBERAL dijo...

mi querido amigo, hacía tiempo que no entraba, cuestión de tiempo y salud, me había olvidado de tu humor, me figuro el trance, joderrrr, perdón jajaja.
Algún día contaré una que me pasó a mí creo que tan joribiada como la tuya.
Un abrazo y un placer leerte

ÑIÑA QUE HABLÓ ANTE LA O.N.U.