"sólo diré que más perlas pendían de su hermosísimo cuello, orejas y cabellos, que cabellos tenía en la cabeza..."
CAP.(1) XLI
Donde se habla, tanto de los apreciados higos pasos de Sargel, en su principio; como de los rebaños de cabras de Vélez-Málaga, en su ocaso.
Feraces eran las tierras del jardín de Agi Morato, donde crecían felices las hierbas (verduras) y la hija del susodicho morito-Morato. Hasta esas tierras se acercó el renegado, con disimulo de recoger algunas yerbas para la frugal cena de esa noche, que consistiría en un buen plato de ensalada como primero y último plato.
En tan frondoso jardín, hallábase la frondosa Zoraida. Fecunda y frondosa, la morita, en joyas que adornaban y cubrían su cuerpo; de tal forma que difícilmente podía vérsele una mínima porción de su apetecible y verdadero porte somático: ”sólo diré que más perlas pendían de su hermosísimo cuello, orejas y cabellos, que cabellos tenía en la cabeza. En las gargantas de los sus pies,(….) traía dos carcajes de purísimo oro, con tantos diamantes engastados, (….) porque la mayor gala y bizarría de las moras es adornarse de ricas perlas y aljófar”.
Estando el renegado tratando los pormenores del viaje con “La Dama de la Huerta”, llega un moro diciendo a voces que unos turcos están saltando la tapia de aquel “florido pensil” para robar los mejores nabos y coliflores que allí había.
Alertado el padre de la “metálica dama” de esta inesperada visita de los turcos, decide ir a ver la situación del verdulero robo, y pensando en el gran miedo que los morillos tienen a los del imperio otomano:”…porque es común y casi natural el miedo que los moros a los turcos tienen, especialmente a los soldados, (….) que los tratan peor que si fuesen esclavos suyos”.
“En fin, el tiempo se pasó, y se llegó el día y plazo de nosotros tan deseado…” en el que habían concertado recoger la alegría de la huerta, que no era otra que la pródiga de la blanca mano, la conversa y mariana Zoraida.
Cuando ella hace acto de presencia, todos quedan boquiabiertos y cegados por la belleza de las galas que viste y por los destellos de los metales que porta. Viéndola, más se pensaría que hubiese sido invitada a una fiesta por los Príncipes de Asturias, que hacer la travesía del Mare Nostrum en un muy naufragable cayuco morabito: “abrió la puerta y mostrase a todos tan hermosa y ricamente vestida que no lo acierto a encarecer. Luego que yo la vi, le tomé una mano y la comencé a besar, y el renegado hizo lo mismo, y mis dos camaradas, y los demás que el caso no sabían hicieron lo que vieron que nosotros hacíamos….”.
Observamos impasibles, nosotros lectores, cómo del resplandor que desprendían los vestidos y ornamentos de la “metálica dama”, todos los embarcados quedan cegados. Por lo tanto, no es de extrañar que, convirtieran el recibimiento a la dama, en un “besamanos”, práctica habitual donde habitan las marianas y milagreras (como la que nos ocupa) figuras.
Una vez que ya hubieron besado, y bien embadurnado de diversos fluidos, la que en antaño fuera la blanca mano de Zoraida, procedieron a acomodarse en la nave. No quiso el renegado que el futuro suegro del Cautivo se quedara en tierra firme, por lo que fue obligado a realizar el crucero por el Mediterráneo; aunque con muy mal carácter. Lo mismo abrazaba a su hija “ternísimamente”(siempre después que El Cautivo, claro), que acababa maldiciéndola después de su frustrado intento de suicidio lanzándose a la mar:”¡Oh, infame moza y mal aconsejada muchacha!, ¿adónde vas ciega y desatinada, en poder destos perros, naturales enemigos nuestros?”.
Donde se habla, tanto de los apreciados higos pasos de Sargel, en su principio; como de los rebaños de cabras de Vélez-Málaga, en su ocaso.
Feraces eran las tierras del jardín de Agi Morato, donde crecían felices las hierbas (verduras) y la hija del susodicho morito-Morato. Hasta esas tierras se acercó el renegado, con disimulo de recoger algunas yerbas para la frugal cena de esa noche, que consistiría en un buen plato de ensalada como primero y último plato.
En tan frondoso jardín, hallábase la frondosa Zoraida. Fecunda y frondosa, la morita, en joyas que adornaban y cubrían su cuerpo; de tal forma que difícilmente podía vérsele una mínima porción de su apetecible y verdadero porte somático: ”sólo diré que más perlas pendían de su hermosísimo cuello, orejas y cabellos, que cabellos tenía en la cabeza. En las gargantas de los sus pies,(….) traía dos carcajes de purísimo oro, con tantos diamantes engastados, (….) porque la mayor gala y bizarría de las moras es adornarse de ricas perlas y aljófar”.
Estando el renegado tratando los pormenores del viaje con “La Dama de la Huerta”, llega un moro diciendo a voces que unos turcos están saltando la tapia de aquel “florido pensil” para robar los mejores nabos y coliflores que allí había.
Alertado el padre de la “metálica dama” de esta inesperada visita de los turcos, decide ir a ver la situación del verdulero robo, y pensando en el gran miedo que los morillos tienen a los del imperio otomano:”…porque es común y casi natural el miedo que los moros a los turcos tienen, especialmente a los soldados, (….) que los tratan peor que si fuesen esclavos suyos”.
“En fin, el tiempo se pasó, y se llegó el día y plazo de nosotros tan deseado…” en el que habían concertado recoger la alegría de la huerta, que no era otra que la pródiga de la blanca mano, la conversa y mariana Zoraida.
Cuando ella hace acto de presencia, todos quedan boquiabiertos y cegados por la belleza de las galas que viste y por los destellos de los metales que porta. Viéndola, más se pensaría que hubiese sido invitada a una fiesta por los Príncipes de Asturias, que hacer la travesía del Mare Nostrum en un muy naufragable cayuco morabito: “abrió la puerta y mostrase a todos tan hermosa y ricamente vestida que no lo acierto a encarecer. Luego que yo la vi, le tomé una mano y la comencé a besar, y el renegado hizo lo mismo, y mis dos camaradas, y los demás que el caso no sabían hicieron lo que vieron que nosotros hacíamos….”.
Observamos impasibles, nosotros lectores, cómo del resplandor que desprendían los vestidos y ornamentos de la “metálica dama”, todos los embarcados quedan cegados. Por lo tanto, no es de extrañar que, convirtieran el recibimiento a la dama, en un “besamanos”, práctica habitual donde habitan las marianas y milagreras (como la que nos ocupa) figuras.
Una vez que ya hubieron besado, y bien embadurnado de diversos fluidos, la que en antaño fuera la blanca mano de Zoraida, procedieron a acomodarse en la nave. No quiso el renegado que el futuro suegro del Cautivo se quedara en tierra firme, por lo que fue obligado a realizar el crucero por el Mediterráneo; aunque con muy mal carácter. Lo mismo abrazaba a su hija “ternísimamente”(siempre después que El Cautivo, claro), que acababa maldiciéndola después de su frustrado intento de suicidio lanzándose a la mar:”¡Oh, infame moza y mal aconsejada muchacha!, ¿adónde vas ciega y desatinada, en poder destos perros, naturales enemigos nuestros?”.
Después de rescatar, como ya queda dicho, al padre de Zoraida de una muerte segura en las mismísimas vísceras de Poseidón, se “trocaron” los vientos, por lo que pusimos rumbo hacia una pequeña cala: “que de los moros es llamado el de La Cava Rumía que en nuestra lengua quiere decir La mala mujer cristiana….”.
La Cava fue hija del Conde don Julián, noble godo a quien se le acusa de ser el responsable de la entrada de los moros en la península. Seguramente, el amigo Juan Goytisolo, no esté de acuerdo con Cervantes en este punto; y, ¡mira que Goytisolo admira al manco de Lepanto!. Por algo, el reciente premio nacional de narrativa, escribió: “Reivindicación del Conde don Julián”.
Tras diversas vicisitudes en la travesía, como el saqueo del cual son víctimas por mano de unos corsarios franceses (a Zoraida le regalan cuarenta monedas de oro, siempre hubo clases), arriban a la costa de Vélez-Málaga, donde son avistados por un cabrero, quien, confundiéndolos con moros, corre azorado en busca de la autoridad armada.
Cincuenta hombres a caballo (namás!) acuden al reclamo del ganadero. Por suerte, uno de los navegantes, reconoce a uno de los de la Policía Montada del Sur, quien era su tío carnal.
Este feliz encuentro facilita la entrada triunfal de la “troupe” marinera en el pueblo, donde son aclamados como héroes.
REVULSIVA NOTA:
Uff, qué capítulo más largo, este 1.41
He pretendido no ser muy cansino en mi comentario, pero la longevidad de los capítulos son inversamente proporcional a la agudeza en su interpretación. Espero no haberles aburrido……¡me tiraría al mar, como Agi Morato!
Saludos revulsivos desde literatura revulsiva.
13 comentarios:
!leche¡ tu te quejas de capítulo largo... y quein me paga el desgaste de la ruedecica de mi ratón....!peaso post! so jartible que pareces de "Cai"... en fin ya veo que el ojito entre tanto "nabo y coliflor" se ha "queao" empanao y pobres tetas....con tan fea y adulterada cara...en fin para algo están las bolsas del mercadona...juas... un saludo gamberro..del tucci
Pd: que lástima que no conozca más gente esta aventura quijotescocervantina que no hemos montado gracias a las ocurrencias de "maese Pedro"....
Jajajajaja, me partooooooo!! dios mio!! de dónde sacaste mi foto? jajaj
Uyss!! de la emoción se me fue el coment.
Qué comentario, sr. mío le tenían que dar a ud. el premio al despendole de la domingas. Desde luego no tiene desperdicio jajajaja la tuya es una mirada de lo más emocionante y original.
Me encanta.
Besos, amigo!!
La de la foto, es una de las famosas "mujeres pescado", de las cuales sirve todo, salvo la cabeza.
Muy bueno, Antonio
¡Qué susto! Parece un zombi con collares este vástago de Morato. La delantera de la morita, que dejó de ser morato, compensa con creces el desgaste el ratón. Mereció la pena que las cañas se calentaran un poco, el remate de este buen trabajo que presentáis lo merecía.
Genial título que denota intuición y atenta lectura: Una pena que no hayamos sabido conjugar desarrollo y conservación en las costas que tan bucólicas nos dibuja C. El capítulo largo pero lo que hacéis se hace breve.
Una suerte poder leeros y veros. pancho
Frondoso comentario, pero frondoso frondoso. Cuánto acierto entre bromas y veras. Y la cara que le ha puesto Ojito... ay.
Antonio:
¡¡ Vaya foto !!
Para nada es esa la de la blanca mano, pues tiene pelos en los hombros, je je je.
¡¡¡ Y mira que es fea !!!
A saber si el besamanos era para no mirarle la cara, así miraban para abajo.
Un saludo.
¡Qué nos vas a aburrir! He disfrutado MUCHÍSIMO con tu análisis y la foto... espeluznante la cabeza... aunque el resto no está mal. Genial como siempre. Me has alegrado la mañana mi querido, muchos besotes a ti y al GRAN Ojito, M.
Hola vengo a saludarte,
La foto me parecio preciosa,
Volvere a leer el texto, cuando llegue a este capitulo!
Un abrazo
¡Zoraida!¿Qué te han hecho?
Divertidísimo el comentario.
Un beso
QUERIDOS AMIGOS:
ESTOY MUY ENFADADO CONMIGO MISMO.
HE ELABORADO UNA RESPUESTA INDIVIDUAL PARA CADA UNO, Y CUANDO HE IDO A PUBLICARLA ¡¡SE ME HA BORRADO!!.
NO ESCARMIENTO, NO ES LA PRIMERA VEZ QUE ME PASA.
OLVIDÉ DARLE AL RATÓN Y COPIAR ANTES DE DARLE A PUBLICAR.
AHORA NO TENGO TIEMPO DE REHACERLO.
OS VOY VISITANDO INDIVIDUALMENTE EN VUESTROS BLOGS.
TENEDME UN POCO DE "PASENCIA ANDALUZA": SOY AUTÓNOMO ( QUÉ LÁSTIMA).
BESOS Y ABRAZOS A DISCRECCIÓN.-
No te tires a ningún mar, salvo que sea para refrescarte. Tus letras, lejos de aburrir, me han hecho recriminarme el haber estado tanto tiempo sin pasarme por aquí.
INtentaré enmenderame.
Bico!
Querido Antonio:
Vuelvo después de un lapsus informático involuntario que no me permitía visitaros.
Compruebo que sigues en forma, con la pluma muy afilada.
Me he puesto al día. Me encanta leer el Quijote de tu mano.
Un abrazo.
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