El profesor D. Manuel de la Rosa explica a sus discolos alumnos, la verdadera historia del Cautivo, alter ego del mismisimo D. Miguel de Saavedra.
CAP. (1) XXXIX D. QUIJOTE
Donde se cuenta la disolución de una familia (sin madre, o se prescinde de ella) de las montañas de León (en contraposición a las llanuras de La Mancha de cuyo nombre bla bla bla). Posteriormente el hijo mayor nos cuenta su verdadera y desafortunada historia de guerrero de la mar.
La familia que nos ocupa consta de cuatro individuos:
El padre (hombre rico en tierras pobres) y tres hijos varones, valga la redundancia (no se menciona si alguno posee o conoce hembra).
Por lo visto, el padre, excombatiente, lleva un tiempo convertido en un crápula, frecuentando con asiduidad las insalubles zonas de “marcha” y “movida” (diurna y nocturna).
Suerte (para los hijos y su hígado) que el buen hombre cayó pronto en la cuenta, de que sus reservas monetarias, mermaban rápida y en forma considerable.
Por esta razón anteriormente esgrimida, el “pródigo leonés”, convoca en asamblea extraordinaria a sus hijos, y les dice:”vosotros estáis ya en edad de tomar estado, o, a lo menos de elegir ejercicio”.
Y es que el padre, además de quererles repartir algunos dineros antes de que todo se lo llevase el diablo y otras compañías femeninas también diabólicas, pretendía largarlos de la casa para evitar que tomaran dominio vitalicio de dicha vivienda, tal como él había barruntado que harían los muchachotes en los tiempos futuros; más concretamente a partir del último tercio del S.XX, tiempos en los que ya los crecidos retoños se han de convertir en vástagos endurecidos e inamovibles, donde no hay ya podadora que corte, ni brazo que arroje, a semejantes parásitos, fuera del desaviado tronco familiar.
-¡Hala, a volar cual avecillas migratorias!, les dijo; a continuación de lo cual, para que los muchachotes tomaran conciencia y elección de los caminos que podían seguir, les explicó el siguiente refrán: “Iglesia, o mar, o casa real”.
Es curioso (como el impertinente) como hace defensa, el padre, de los refranes; sobre ellos emite el siguiente peán:”Hay un refrán en nuestra España al parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas…..”
Todos los indicios apuntan a que, este ilustre (con lustre) caballero leones, estudió en la Escuela Refranera de un tal Sancho Panza, o, Pancho (saludos desde aquí) Zampa, que con el paso de los años además de el pelo se pierde la memoria.
Una vez que ya hubo expuesto el padre a los hijos, refranística y filosóficamente, los motivos morales, dio paso a los monetarios y patrimoniales (que son los que importan).
Y de la siguiente forma les habló: “Hijos (que también significa queridos), así que pasen ocho días, que son los mismos que restan para que alcance su vencimiento el Plazo Fijo, donde tengo depositados gran parte de mis dineros, sin defraudaros en un ardite, y confiando en que el banco no haya depositado mi dinero en Fondos Basura con el riesgo de perderlo todo, repartiré entre vosotros el importe de estos ahorros.
¡ALTO LECTOR, ESPERE UN MOMENTO!
Haremos un receso en el trabajo. Pueden ustedes fumar un cigarro mientras sube al estrado el profesor Manuel de la Rosa, (más conocido como Manolo Tucci en los saraos sanluqueños).
Nuestro egregio profesor de Historia, nos explicará la segunda parte de éste capítulo 39, en el que estamos inmersos. En él se relatan los pormenores de la guerrera vida del Cautivo, cautivo (de nuevo) finalmente de la turquesca armada.
Estemos atentos, “el tucci” (para los amigos) ya toma la palabra. Obsérvese en la imagen que encabeza e ilustra a este plúmbeo texto, al glorioso plantel de alumnos, quienes han sido ordenados con mayor o menor proximidad al profesor, según la atención que prestan y la asimilación que hacen de los contenidos impartidos en clase.
Recuerdo de mi lejana juventud, como ciertos profesores siempre tenían a golpe de vista a alguna destacada (y escotada) alumna. La imagen que nos acompaña no es una excepción.
Pero no divaguemos, y prestemos atención, que la clase ya empieza.
Donde se cuenta la disolución de una familia (sin madre, o se prescinde de ella) de las montañas de León (en contraposición a las llanuras de La Mancha de cuyo nombre bla bla bla). Posteriormente el hijo mayor nos cuenta su verdadera y desafortunada historia de guerrero de la mar.
La familia que nos ocupa consta de cuatro individuos:
El padre (hombre rico en tierras pobres) y tres hijos varones, valga la redundancia (no se menciona si alguno posee o conoce hembra).
Por lo visto, el padre, excombatiente, lleva un tiempo convertido en un crápula, frecuentando con asiduidad las insalubles zonas de “marcha” y “movida” (diurna y nocturna).
Suerte (para los hijos y su hígado) que el buen hombre cayó pronto en la cuenta, de que sus reservas monetarias, mermaban rápida y en forma considerable.
Por esta razón anteriormente esgrimida, el “pródigo leonés”, convoca en asamblea extraordinaria a sus hijos, y les dice:”vosotros estáis ya en edad de tomar estado, o, a lo menos de elegir ejercicio”.
Y es que el padre, además de quererles repartir algunos dineros antes de que todo se lo llevase el diablo y otras compañías femeninas también diabólicas, pretendía largarlos de la casa para evitar que tomaran dominio vitalicio de dicha vivienda, tal como él había barruntado que harían los muchachotes en los tiempos futuros; más concretamente a partir del último tercio del S.XX, tiempos en los que ya los crecidos retoños se han de convertir en vástagos endurecidos e inamovibles, donde no hay ya podadora que corte, ni brazo que arroje, a semejantes parásitos, fuera del desaviado tronco familiar.
-¡Hala, a volar cual avecillas migratorias!, les dijo; a continuación de lo cual, para que los muchachotes tomaran conciencia y elección de los caminos que podían seguir, les explicó el siguiente refrán: “Iglesia, o mar, o casa real”.
Es curioso (como el impertinente) como hace defensa, el padre, de los refranes; sobre ellos emite el siguiente peán:”Hay un refrán en nuestra España al parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas…..”
Todos los indicios apuntan a que, este ilustre (con lustre) caballero leones, estudió en la Escuela Refranera de un tal Sancho Panza, o, Pancho (saludos desde aquí) Zampa, que con el paso de los años además de el pelo se pierde la memoria.
Una vez que ya hubo expuesto el padre a los hijos, refranística y filosóficamente, los motivos morales, dio paso a los monetarios y patrimoniales (que son los que importan).
Y de la siguiente forma les habló: “Hijos (que también significa queridos), así que pasen ocho días, que son los mismos que restan para que alcance su vencimiento el Plazo Fijo, donde tengo depositados gran parte de mis dineros, sin defraudaros en un ardite, y confiando en que el banco no haya depositado mi dinero en Fondos Basura con el riesgo de perderlo todo, repartiré entre vosotros el importe de estos ahorros.
¡ALTO LECTOR, ESPERE UN MOMENTO!
Haremos un receso en el trabajo. Pueden ustedes fumar un cigarro mientras sube al estrado el profesor Manuel de la Rosa, (más conocido como Manolo Tucci en los saraos sanluqueños).
Nuestro egregio profesor de Historia, nos explicará la segunda parte de éste capítulo 39, en el que estamos inmersos. En él se relatan los pormenores de la guerrera vida del Cautivo, cautivo (de nuevo) finalmente de la turquesca armada.
Estemos atentos, “el tucci” (para los amigos) ya toma la palabra. Obsérvese en la imagen que encabeza e ilustra a este plúmbeo texto, al glorioso plantel de alumnos, quienes han sido ordenados con mayor o menor proximidad al profesor, según la atención que prestan y la asimilación que hacen de los contenidos impartidos en clase.
Recuerdo de mi lejana juventud, como ciertos profesores siempre tenían a golpe de vista a alguna destacada (y escotada) alumna. La imagen que nos acompaña no es una excepción.
Pero no divaguemos, y prestemos atención, que la clase ya empieza.
AGRADECIMIENTOS:
En primer lugar quiero agradecer al amigo Manolo Tuccitano su colaboración en el presente comentario.
A la señorita Dorotea por prestarnos su derechos de imagen (¡¡Que buena que está!!).
Y la siempre inestimable colaboración desinteresada de nuestros amigos D. Quijote, Sancho.
Finalmente a nuestro "director espiritual" Pedro Ojeda por soportar estos soporiferos comentarios, semanalmente.
9 comentarios:
Genial...
Saludos.
Con estos alumnos, D Manuel se rengancha, a pesar de la LOGSE. Para lo del pelo no hay solución, la vida nos da la libreta para apuntar las cosas que la memoria olvida. pancho
juas ¡¡¡ Antoñico hijo, Ojito saltón...pero vosotros verdaderamente creeis que se puede dar clase con tanta carne de por medio??? yo me reengancho como dice pancho, a pesar del logse, la loce, la loe, la lea y la madre que la pario¡¡¡ ...genialmente gamberra os quedó...auténticamente charlatán de plaza mayor me pusiste Ojito.... ¡que fama hijo! ¡que fama!... fue bueno colaborar...un abrazo a los dos.
Merecido homenaje a nuestro querido Tucci (aunque los alumnos y alumna escotadísima están más pendientes de la cámara...). Tronchante tu análisis. ¡Me ha encantado la parte del Banco...! Muchos besotes y ¡a seguir en la brecha! M.
Me iré a fumar un cigarrillo.. de paso espero la próxima entrega.. jaja
Saludos
Hannibal
Antonio:
Excelente. Esta entrada no tiene nada de soporífera. Una parte del texto me trajo a la memoria mis días en la escuela. Recuerdo, muy especialmente, los tiempos en que nos daban clases las maestras practicantes. La maestra titular desaparecía del mapa y dejaba su sitio a estas preciosas, encantadoras y alegres muchachitas en minifalda (cortísimas). Sí, era la deliciosa época de las minifaldas. Una especie de Edad de Oro para ver piernas... y algo más. Y bueno, éramos niños y estábamos descubriendo (con los ojos como platos y la boca abierta y babeante) los grandes misterios del mundo femenino. Podría contarte unas anécdotas jugosísimas sobre esos días tan lejanos. Pero no es el lugar adecuado para hacerlo.
Saludos.
Qué buena esta entrada. Desde la forma de enfrentarse al relato hasta el homenaje a Manuel. ¡A ver si puede con estos alumnos!
Cómo me he divertido...
IMPERSONEM:
"genial", tu comentario.
PANCHO:
Es un placer tenr un comentario (el tuyo), sin cuerpo.
Abre ya un blog.
Lo de Pancho Zampa lo patentó mi pequeño. El pelo, es cosa gen+etica, sin remedio bajo el sol.
DESPUES OS CONTESTO A LOS DEMÀS. MERCÍ BEAUCOUP A TODOS
Antonio:
Has hecho una adaptación de este capítulo a los tiempos modernos.
Tiene mucha gracia.
Recuerdo esos tiempos antiguos, el año 1923 dónde a las maestras no se les permitía llevar faldas a más de 5 cm. más arriba de los tobillos y habían de vestir al menos dos enaguas. Así lo detallo yo en mi contrato de Cuenca.
Yo soy maestra ¿sabe usted? y fui una de esas maestras rebeldes y en mi época de practicante estuve en varios colegios de la época, con eso de tener más experiencia ¿sabe usted? Tuve que marcharme de Cuenca porque allí no se me permitía vestir las minifaldas que tanto me gustaba lucir.
¡¡ Claro que a no todas las maestras le quedaban bien !!
Ahora que lo recuerdo .... ¡¡ pero si ese tal Augusto fue uno de mis alumnos !!
¡¡ Vaya, vaya, qué pequeño es el mundo !!
Sí, querido Augusto, la naturaleza me agració con unas bonitas piernas que no podía dejar de lucir.
Y tampoco pasaban desapercibidas.
¡¡ Qué tiempos aquellos !! Ahora las maestras llevan pantalones y no lucen nada de nada.
Por eso no motivan a sus alumnos, je je je. Y hay tanto absentismo escolar.
Augusto, ¿recuerdas cuando me poníais los alumnos las cosas en los bordes para se cayerab al suelo con solo rozarlas y que me tuviera que agachar a recogerlas ?
Entonces vosotros agachábais las cabecitas a mirar qué se podía ver bajo la falda.
¡¡ Oh desengaño cruel !! En aquella época no existian los tangas. ¡¡¡ Dios mio, menos mal !!!
Un saludo.
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