Curioso cartel anunciando una tertulia literaria en el Café Bar Sancho Panza: entrada gratuita
Comentario que pertenece a la Red de Comentarios Quijotescos que desde su blog La Acequia dirige el Humanista profesor Pedro Ojeda Escudero.
2.72
Pasaron don Quijote y Sancho el día de su llegada en aquel mesón-venta -que no castillo- (jugando al “subastao”, al ajedrez e, incluso, a la “gallinita ciega”), esperando la noche. El uno para acabar la falsa auto flagelación -o sea, la monda de los árboles-; tal vez contratado por la cuadrilla de Corcheros del Reino); el otro, amo del anterior, a la espera del acabamiento de tal faena: por ver a la señora de sus sueños desencantada (libre del acné seborreico, fístulas, llagas, apostemas y otras "peromias" que en su rostro habían enraizado).
Mientras tanto, llegó a la posada un “caminante a caballo” (no sé si será igual que “un jinete a patitas”) acompañado de unos criados, quienes le comunicaron que aquel hostal carecía de chinchorros y otros parásitos chupópteros; además de disponer de clima controlado: vamos, que la venta era “limpia y fresca” (como se sienten las chicas que usan una determinada marca de compresas)
Se alojaron estos viajeros en una habitación frontera a la de don Quijote, también decorada con feas “sargas”, como las que había en la alcoba de don Quijote. Cide Hamete no menciona su calidad ni los motivos de estas pinturas, pero seguro que tan malos como el “falso Quijote”, que fue la conclusión que Cide Hamete sacó de los anteriores.
Escuchó don Quijote, con el paquidérmico pabellón de su oreja aplastado contra la pared medianera del vecino, que aquel nuevo inquilino se llamaba don Álvaro Tarfe, personaje que él había leído cuando estuvo en la imprenta de Barcelona, en el Quijote del tordesillesco Avellaneda.
Buscó don Quijote, entonces, conversación con aquel caballero. Se encontró con él en una sala baja, la más fresca del edificio, donde el señor de Tarfe había bajado “a lo de verano” (supongo que en pantalón corto y chanclas playeras). Allí, nuestro excaballero andante, sometió al de Tarfe, natural de Granada (que no Atarfe, población muy cercana a Granada), a un exhaustivo interrogatorio. Don Álvaro reconoció ante don Quijote que él había sido gran colega del otro don Quijote y que, por recomendación suya, aquel estrafalario caballero viajó hasta Zaragoza donde participó en sus “mañas” y famosas justas, obteniendo como trofeo el más grande de los ridículos, donde además organizó diversos alborotos y disturbios públicos. Por todo ello, el señor Tarfe dijo que se vio obligado a internarlo en el manicomio del nuncio de Toledo
Una vez convencido don Álvaro Tarfe de que nuestra “inmortal pareja” era la auténtica, la original, la genuina y que, como rezan los anuncios publicitarios, no admitía imitaciones, quiso a petición de don Quijote, testificar ante el alcalde y por mano del escribano sobre la autenticidad de tan singular mencionada pareja. Este don Quijote que en este momento le acompaña, como bien señaló Sancho, era el máximo socorredor de todos los menesterosos del orbe, así como indudable “matador de doncellas", entre las cuales hacía estragos: como muestra la reciente Altisidora. Por su parte, Sancho era el más lleno de gracia (cual virginal criatura) de todos los escuderos del mundo, que a chorros la derramaba.
Llegó la tarde y con ella la hora de la partida. Caminaron juntos don Quijote, Sancho y don Álvaro sobre media legua, tras la cual debía cada uno tomar su camino. Abrazó el granadino a don Quijote con una apertura de brazos, en la que luego no cabía Sancho -Sancho, hermano, que hermosos estamos-.
Al poco, cayó la noche, y se apartó Sancho a acabar su flageladora penitencia. No perdió don Quijote la cuenta de los latigazos, llegando a contar hasta “tres mil y veinte y nueve”, con lo que quedó don Quijote contento sobremanera.
A la mañana siguiente continuaron el camino de vuelta a la aldea, sin que se cruzase hembra a la que don quijote no fuese a observarle el físico y el rostro (¡anda que si la geografía llega a ser playera!), pero ninguna de ellas resultó ser Dulcinea desencantada.
Ahora trascribiré el final del capítulo pues, por muy buena explicación que ofrezca uno, la pluma del complutense, hasta el día de hoy, no tiene parangón y no necesita comentario:
Con estos pensamientos y deseos subieron una cuesta arriba, desde la cual descubrieron su aldea, la cual, vista de Sancho, se hincó de rodillas y dijo:
-Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza, tu hijo, si no muy rico, muy bien azotado. Abre los brazos y recibe también tu hijo don Quijote, que si viene vencido de los brazos ajenos, viene vencedor de sí mismo; que, según él me ha dicho, es el mayor vencimiento que desearse puede. Dineros llevo, porque si buenos azotes me daban, bien caballero me iba.
-Déjate desas sandeces -dijo don Quijote-, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado -fol. 274r- a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar.
Con esto, bajaron de la cuesta y se fueron a su pueblo
Anexo:
Enlace con una entrada que publiqué, hace ahora tres años, en mis inicios con el blog, sobre la muerte de don Quijote Ya me apasionaba entonces el tema y buscando y buscando por La Red tuve la gran suerte de topar con La Acequia
Nota Revulsiva:
Esta nota es para agradeceros las palabras de apoyo que me habéis mostrado en el post anterior.
Voy a hacer todo lo posible para haceros caso, y relajarme...., recuerdo cuánto me reía en los principios de mi blog: si no, que se lo pregunten a mi querido Gaucho Santillán.
Un fuerte abrazo a todos
10 comentarios:
Si Antonio, Te reìas mucho.
Pero claro, despuès llegaron los contratos de "Jòligud", y todo se puso denso.
Un abrazo.
jajajajaja, me gusta lo del jinete a patitas.
Se te ha olvidado ponerle el flotador a don Álvaro Tarfe en esa escena veraniega. Ah, y los manguitos.
Gracias por este humor que les pones a tus entradas y que hace que sean tan amenas.
Los besos ya te los daré cuando nos veamos. Mientras tanto CUIDAAAATEEEEE.
¡Qué curioso que empezaras tu blog con la muerte de nuestro Quijo! ¿Premonición de que te unirías a nuestra locura? Sea como fuere, me alegro de que te "ajuntaras"... Estupendos los dos posts.
Como te dice ASUN, ¡cuídate! que presiento vas a ser el alma, la alegría de nuestro condumio quijotesco querido Antonio. Muchos besotes, M.
¡ Vaya joya que tienes escondida en el baúl! Me ha encantado leer tu reflexión sobre la muerte de DQ, también los comentarios.
Sancho no tendría precio hoy como cortacino.
Un abrazo, que llevo retraso con tanta sobreabundancia que ha desencadenado en los compañeros la muerte del hidalgo.
Magnifico amigo Antonio. Y repetido queda: cuidate.
(perdoname por ser tan "pesao").
Nos vemos pronto.
un abrazo.
Veo que tienes una Prehistoria quijotesca, en tu blog. Que ya te interesabas por el Quijote antes de conocer "La acequia".Mi blog también la tiene, gracias a Kety Morales y Luz del Olmo. Incluso escribimos a trocitos toda la historia del curioso impertinente . Y nació Sanchico...
Esos males que atribuyes a Dulcinea son todo un tratado de Medicina. Pobrecilla si llega a existir.
Buena idea la de los corcheros, Sancho hubiera sido un buen fichaje.
Y la venta sin chinches, cosa rara en aquella época. Limpia y fresca como dicen esos anuncios que preguntan por el olor de las nubes.
El atuendo playero de Tarfe...genial. Yo también me preguntaba cómo era ir de verano en el siglo aquel.
Los dos Sanchos y los dos Quijotes, no hay color. Los de Avellaneda son malísimos, qué leña da Cervantes al aragonés de Tordesillas, provincia de Valladolid, por cierto.
Iré con la miel, nos vemos.
Un abrazo
Veo que tienes una Prehistoria quijotesca, en tu blog. Que ya te interesabas por el Quijote antes de conocer "La acequia".Mi blog también la tiene, gracias a Kety Morales y Luz del Olmo. Incluso escribimos a trocitos toda la historia del curioso impertinente . Y nació Sanchico...
Esos males que atribuyes a Dulcinea son todo un tratado de Medicina. Pobrecilla si llega a existir.
Buena idea la de los corcheros, Sancho hubiera sido un buen fichaje.
Y la venta sin chinches, cosa rara en aquella época. Limpia y fresca como dicen esos anuncios que preguntan por el olor de las nubes.
El atuendo playero de Tarfe...genial. Yo también me preguntaba cómo era ir de verano en el siglo aquel.
Los dos Sanchos y los dos Quijotes, no hay color. Los de Avellaneda son malísimos, qué leña da Cervantes al aragonés de Tordesillas, provincia de Valladolid, por cierto.
Iré con la miel, nos vemos.
Un abrazo
Una premonición debió hacer pensar a Cervantes que "a buen juez mejor testigo", y escogió a Tarfe.
Sigue riéndote, querido Antonio. Lo del jinete a patitas es una muestra de tu creatividad.
MUy divertido este comentario tuyo con esa chispa tan particular que tienes y gracias por la anterior "Crónica de una muerte anunciada".
Besos y cuidate.
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